Opinión

Sánchez y el CETA

Es verdad que el tratado de libre comercio que la Unión Europea firmará con Canadá, más conocido por CETA, plantea problemas de fondo relacionados con el medio ambiente, derechos laborales, resolución jurídica de incumplimientos y régimen sancionador, básicamente. Pero se suponía que las dudas generadas en esos aspectos del acuerdo bilateral habían quedado resueltas. O, al menos, subsumidas en los aspectos positivos del mismo, que son muchos más que los negativos.
Así lo entendieron los 14 eurodiputados socialistas españoles que el pasado 15 de febrero dieron el sí al tratado en el Parlamento Europeo (408 votos a favor, 254 en contra y 33 abstenciones fue el resultado final de la ratificación europea del CETA). Y así lo entendieron los diputados socialistas adscritos a la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso, donde su portavoz anunció hace tres días que el grupo votaría favorablemente en el pleno del jueves de la semana que viene.
Una inesperada reacción del secretario general, Pedro Sánchez, sin embargo, vino a desautorizar a sus eurodiputados y, por boca de la presidenta del partido, Cristina Narbona, anunció un cambio de postura. Entonces supimos que el PSOE no ratificaría el tratado en el pleno del Congreso. En principio, se sugirió que se votaría "no". Luego se matizó esa primera impresión y, tras un encuentro de Sánchez con el comisario europeo, el socialista Moscovici, Ferraz anunció que los 85 diputados del PSOE se abstendrán en la votación del próximo día 29.
Ese es el relato objetivo de lo ocurrido en estas últimas setenta y dos horas. Pero detrás hay una trastienda política mucho más significativa. Me refiero a la sospecha, ampliamente jaleada, de que el repentino cambio de postura, celebrado por Podemos, no es sino una primera prueba del anunciado giro a la izquierda del nuevo PSOE. Lo que sus adversarios califican de "podemización" derivada de los planes de Sánchez.
¿Podemización del nuevo PSOE? Si no es verdad, lo parece. Y en política, como en la magia recreativa, las apariencias cuentan y mucho. Sobre todo si se alimentan anunciando giros a la izquierda y reproches a la globalización como palanca de progreso.
Neutralidad no es rechazo, el tratado va a salir delante de todos modos, el europeismo de Pedro Sánchez está fuera de duda y el nuevo PSOE no defiende el proteccionismo ni apuesta por el retorno a la autarquía.
Todo eso ya lo sabemos. Pero todos esos sambenitos le están cayendo estos días por cuenta de su anunciada abstención ante la ratificación española del tratado de libre comercio con Canada. Y si el redivivo líder socialista lo ha hecho por convicción (defensa de los derechos de los trabajadores europeos, por ejemplo) y no por competir con Podemos a escala nacional, la verdad es que no lo parece.

Te puede interesar