Opinión

Ritos de apareamiento

A mediados de noviembre del año pasado uno de los inspiradores de la socialdemocracia española, José María Maravall, que fue ministro de Educación en la primera etapa del reinado felipista, declaraba públicamente que la aparición de la izquierda mochilera bautizada como "Podemos" era "la oportunidad de que el PSOE vuelva a cobrar vida".Todo parece indicar que el revivido Pedro Sánchez, de vuelta a Ferraz después de un doloroso proceso de renovación interna, tomó buena nota de ese diagnóstico de Maravall.


En vísperas de su encuentro concertado para este martes con el líder de dicho partido emergente, Pablo Manuel Iglesias, es prácticamente unánime que el nuevo líder socialista ha visto en Podemos el resorte político y electoral que necesita el PSOE en la inaplazable tarea de reencontrarse a sí mismo.


Como es natural, Sánchez nunca admitirá que en ese intento puede estar dando oxígeno a su gran competidor en el espacio de la izquierda. De hecho, Iglesias, Echenique y compañía ya han celebrado el controvertido viraje socialista respecto a la ratificación del tratado de la Unión Europea con Canadá. Y tanto a nivel político como mediático se ha convertido en pedrada habitual contra el nuevo PSOE su peligrosa tendencia a "podemizarse".


No se ven así las cosas en Ferraz. Los nuevos guionistas del PSOE dicen que se trata de todo lo contrario. O sea, que Podemos se parezca cada vez más al PSOE y, a partir de ahí, formar un frente común para echar a Rajoy de la Moncloa y poner fin a "esta etapa negra del PP" (discurso de cierre de Sánchez en el reciente congreso federal de su partido).
Los nuevos responsables del histórico partido, fundado por Pablo Iglesias hace casi 138 años (ojo, no confundir con Pablo Manuel Iglesias Turrión), no niegan que su aireado propósito de girar a la izquierda ("Somos la izquierda", es su lema fundacional) pasa por ir a la caza de ese voto joven que salió a las calles hace unos años al grito de "!No nos representan!", dirigido a la clase política instalada.


Hay un segundo caladero que Sánchez se propone frecuentar, al margen de que haya o no haya entendimiento con Iglesias en su cita de este martes. Me refiero a los ex votantes socialistas fugados a Podemos o arrinconados en la abstención tras las oleadas de desaliento provocadas por las decisiones de Zapatero en mayo de 2010 (una verdadera ruptura de su contrato con los votantes socialistas).Pero deducir de todo eso que los ritos de apareamiento de Sánchez con la izquierda extravagante y teatrera de Podemos anuncian su radicalización, hasta el punto de situarlo en la eurofobia o en la aversión al orden constitucional, me parece una salida de tono.

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