Opinión

Rajoy, Sánchez, Aznar

El PP quiere reencontrarse en una oposición dura al Gobierno socialista de Pedro Sánchez. Normal. Y obligado desde el punto de vista político (remontar como partido después de sus horas más bajas) e institucional (con idéntico sentido de Estado, al Ejecutivo le conviene el contrapeso de una alternativa).Pero no sería inteligente reeditar la oposición que llevó a cabo la última vez que fue desalojado del poder, tras las elecciones de 2004. Aquella primera Legislatura del Gobierno Zapatero (2004-2008) no tuvo enfrente un contrapeso sino el desquite de un partido que se presentaba como víctima de una conjura. Como si el PSOE hubiera hecho trampas para ganar.
¿Recuerdan ustedes aquellas cuarenta y ocho horas posteriores a los atentados del 11-M antes de la jornada electoral? Ahí se fraguó lo que luego cursaría como frustración mal curada en el historial de Aznar, aunque el teórico líder ya era Rajoy. Artillería pesada y relato insidioso que acusaba a Zapatero de empobrecer, romper y descristianizar a España, amén de rendirse a ETA y traicionar a las victimas del terrorismo. Todo eso le cayó encima al Gobierno socialista. No sería de recibo volver a las andadas. Tampoco se deduce de lo que Rajoy, todavía presidente del PP (ya de salida) ha dicho a su gente. Para cuando haya sucesor este verano, reclama una oposición dura al recién formado equipo de Pedro Sánchez. Pero que sea dura no quiere decir que sea insidiosa.
En todo caso, en su discurso del martes pasado ante los dirigentes de su partido. Rajoy repartió las pedradas verbales entre quien le ha sucedido en Moncloa y quien le precedió. Sin nombrarles. No hizo falta. Respecto a Sánchez, repitió su discurso de la semana pasada en el Congreso: interpretación sectaria de una sentencia judicial, malas compañías y llegar al poder como sea. Y sobre Aznar encadenó unas cuantas afirmaciones que dejaban elíptica la frase "no como otros".A saber: seguiré siendo militante del PP, no señalaré con el dedo a mi posible sucesor, lo elegiréis vosotros democráticamente y yo me pondrá a su disposición en primer tiempo de saludo. Es decir, todo lo contrario de la deriva que Aznar tomó desde que en el congreso nacional del PP de 2008 (Valencia) empezó a marcar distancias con Rajoy.
Fue como si ya supiera que unas horas después Aznar iba a dar su última muestra de alejamiento del partido refundado por él mismo hace veintinueve años en Sevilla, al ofrecerse como futuro arquitecto del centro-derecha. Sin mencionar al PP, con cuyo proyecto ya no se siente identificado."Entonces que nos deje trabajar a los que si seguirmos en este partido", le respondió en la radio el eurodiputado González Pons, interpretando el sentir de un PP que aplaude la deportividad con la la Rajoy se está despidiendo de la política.

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