Opinión

El monte la hizo suya

Me apropio descaradamente del título utilizado por el colega Quico Alsedo (El Mundo) en su pieza informativa del jueves 5 sobre la muerte de Blanca Fernández Ochoa junto al pico de La Peñota, en la zona conocida como el Pino Solitario. Es la mejor expresión posible para describir el drama de nuestra pionera con el menor número de palabras. No entiendo a quienes han criticado esta licencia poética en una crónica periodística. Una poderosa metáfora sobre el gran misterio de la hospitalaria Naturaleza, a la que pertenecemos. En ella se reconoce el ser humano, confundido en sus tres reinos: animal, vegetal y mineral. Lo clavó el poeta salteño Jaime Dávalos: "Soy una astilla de tierra que vuelve hacia su antigua raíz mineral". De muy oportuna aplicación al caso.
Seducida por ese misterio, Blanca debió sentir por enésima vez la irresistible llamada de la montaña, maternal y acogedora, donde ella era feliz. En la expansión vital y en la tribulación. Donde siempre quería estar y donde ha querido estar en su última hora, sabiéndolo o sin saberlo, eso ya no importa.
"De las cimas me amamanto y en los riscos me sostengo", escribió Dávalos. Esa es la fuerza poética de la figura utilizada por Alsedo en el título de su crónica, mientras los profesionales de la información esperaban el informe forense sobre las causas "técnicas" de la muerte de la primera deportista española en conquistar una medalla olímpica.Pero la verdad del caso no está en el Instituto Anatómico Forense de Madrid, donde se le ha practicado la autopsia para determinar las causas "técnicas" de su muerte. 
Sobre las circunstancias del fallecimiento, se alza una evidencia, comprobada, documentada, repetida en su vida: Blanca era del monte. Al monte se entregó y ese gran nicho natural de la vida que es el monte le abrió sus brazos, como tantas veces había hecho con anterioridad en horas felices y en horas amargas.
No digo que no tengan importancia los pormenores de un informe forense sobre la muerte de un ser humano. Pero son irrelevantes frente a la expresividad de la frase que el compañero utilizó para titular su crónica. Y también frente a un asunto de mayor cuantía: la pérdida. El sentimiento de pérdida de un icono del deporte nacional, una buena persona y una mujer querida por todos.
Lo demás es secundario: los resultados de la autopsia, las "muy precarias" condiciones por las que estaba atravesando, según fuentes allegadas a su propia familia, o, en fin, las aparentes razones de su escapada.
Me quedo con la belleza de la frase elegida por un periodista para nombrar la instintiva respuesta de nuestra Blanca a llamada de la Naturaleza. "Y el monte la hizo suya". Gracias, Quico.

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