Opinión

¿Arde el PP?

Un indiscreto miembro de la ejecutiva del PP, pero no dirigente regional, dio cuartos al pregonero tras el almuerzo que habitualmente celebran, una vez terminadas sus reuniones de los lunes en la sede central de la calle Génova, los miembros de la dirección.
Esta vez estuvo más animado que de costumbre. Animado, que no tenso, me cuentan en las alturas del partido. Hubo autocrítica en las intervenciones que denunciaron los errores cometidos. Desde la deficiente selección de personal cercano al líder hasta la derechización por mirada obsesiva hacia Ciudadanos y Vox. Pero nunca se cuestionó a Pablo Casado como líder.
Me consta que Alberto Núñez Feijóo está muy molesto con las filtraciones de lo tratado en ese almuerzo. Y su especial interés en desactivar la imagen de candidato a la espera que, a su pesar, han trasladado los medios de comunicación respecto a su apuesta por una moderación del discurso desplegado durante las dos campañas de la primavera electoral española.
El presidente de la Xunta de Galicia y líder regional del PP pudo haber dado el paso tras el derrocamiento de Rajoy (junio 2018). Si no lo hizo fue, simplemente, porque las preferencias de este apuntaban a Soraya Sáenz de Santamaría. Por eso Rajoy no hizo ningún gesto a favor de Feijóo.
Aquello bastó para hacerle desistir. Pero ahora le han vuelto a zumbar los oídos como presunta alternativa centrista a un discurso percibido como demasiado escorado hacia la derecha. Quiere desmentir a toda costa. Con poco éxito entre quienes dieron cuartos al pregonero tras el almuerzo del lunes.
Sin embargo, Feijóo dice estos días a quien quiera oírle que ni él ni nadie está poniendo en cuestión en liderazgo de Casado. Y que la pregonada tensión interna en el PP no responde a la realidad. No es difícil de creer si tenemos en cuenta que se trataría de gestionar una herencia seriamente averiada, tras un castigo electoral que ha reducido la fuerza parlamentaria del PP a solo 66 diputados, 57 menos que el PSOE.
No parece envidiable ese capital político en un partido que ha co-protagonizado la política nacional de nuestra reciente historia. Y puede volver a hacerlo, aunque de momento le toca pasar por una fase depresiva, como la que acaba de transitar el PSOE entre el hundimiento de 2011 hasta la eufórica noche vivida en la calle Ferraz el pasado 28 de abril.
También entonces, tras la debacle socialista desencadenada por el zapaterazo de mayo de 2010 (impopulares y dolorosos recortes impuestos por los jerarcas de Bruselas) la pregunta entre tantos dirigentes socialistas en desbandada no era "¿Por qué te vas?", sino "¿Por qué te quedas?", dirigida a quienes han decidido remar con el equipo de Pablo Casado, que va a sufrir algunos retoques, por la recuperación del PP.

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