Opinión

Ambiente recalentado

Para Torra ("racista y desequilibrado", según Casado, aunque su racismo nunca se demostró) elogia la vía eslovena, que dio lugar a una guerra civil con más de sesenta muertos, como camino ideal hacia la independencia de Cataluña.
El ex consejero Comín, autodesterrado como Puigdemont y otros, declara que puede haber víctimas, y no precisamente políticas, en lo que, dice, va a ser la "dramática" fase final hacia la república catalana. "Ha llegado la hora de pagar el precio alto e inevitable de nuestra libertad", ha dicho la criatura.
Además la ANC, otrora liderada por Jordi Sánchez, que ahora es un recluso en huelga de hambre, ha convocado una manifestación ("esta vez no será un lazo de luz"), en respuesta a lo que describe así en su cuenta de Twitter: "El Estado opresor visita la colonia un año después del triunfo independentista en unas elecciones impuestas. Prepárate".
Sobre estos tres clarinazos se montan las algaradas del viernes, 21 de diciembre, primer aniversario de aquellas elecciones y día elegido por Moncloa para celebrar el Consejo de Ministros en la Casa Llotja de Mar, en el corazón de la vieja Barcelona. Para los más radicales es una provocación. Y de ahí los preparativos que sus comandos callejeros (los CDR, "escamots" de Puigdemont y Torra), cuyos planes incendiarios crean alarma y ponen a prueba la firmeza del Gobierno, expresada por el presidente Sánchez en su comparecencia parlamentaria del miércoles pasado.
A saber: serenidad y proporcionalidad, pero contundencia en la respuesta del Estado. No solo para el ocasional desafío del día 21 sobre el orden publico. También para el desafío de fondo, el que propone un golpe al orden constitucional. A ese respecto, Sánchez marcó los límites del diálogo con la Generalitat: autogobierno, sí, pero no autodeterminación.
Son los vientos que soplan a cuatro días de la cita del Gobierno en Barcelona. La tensión es palpable ante lo que para unos puede ser un episodio insurreccional y para otros un simple problema de orden público, si bien es verdad que se escuchan llamamientos a la calma por parte de dirigentes independentistas sabedores de que la violencia perjudicaría a sus intereses. Es verdad que en esta ocasión se dan dos circunstancias nuevas y favorables a la causa del orden y la convivencia pacífica entre catalanes. Cataluña entra en su fase decisiva. De un lado, una mejor relación profesional entre los jefes de los tres cuerpos policiales afectados (Mossos, G.C y P. N). De otro, una evidente división en el bloque independentista.
A una de las dos fuerzas que se disputan la hegemonía moral en ese campo, la ERC de Junqueras no le interesa la crispación. Sus dirigentes no están cómodos. "Si Cataluña se ulsteriza, estamos perdidos", le ha dicho a este columnista un conocido dirigente de esta fuerza política.

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