Opinión

China y la nueva geopolítica

En los esquemas del imaginario colectivo de Occidente se configuraba a China como una lejana amenaza, un país de fabulas y exotismo, al que se calificaba como peligro amarillo. Era como una inmensa sombra amenazante, sin precisar exactamente en que podía consistir esa amenaza. La historia de China nos había ido llegando a través de los relatos de misioneros irritados o comerciantes sin éxito, en cambio en nuestras ciudades, sin darnos apenas cuenta, habían ido multiplicándose bazares chinos, regentados por trabajadores insomnes que vendían de todo y a todas horas. Abrieron restaurantes de comida china que se convirtió en la más popular del mundo, desplazando a las reputadas cocinas de otras geografías como la francesa o la marroquí. Alrededor de los chinos crecían fabulas exóticas e increíbles leyendas. En los últimos decenios se nos ha ido revelando tal como eran y son ahora. China, en este tercer mandato de Xi Jimping como líder indiscutido e indiscutible, el país quiere ocupar un lugar preeminente en el escenario de la política mundial como actor mayor de las relaciones internacionales y dejar claro que los Estados Unidos ya no tienen el monopolio de la influencia en Oriente Medio, ni en el Próximo Oriente o África. Ellos fueron los que consiguieron, lo que, en principio parecía imposible, al lograr que Irán y Arabia Saudí restablecieran relaciones diplomáticas después de siete años de amenazas y confrontaciones verbales y violentas. Será muy difícil la convivencia entre ambos países que se disputan la hegemonía en la zona y tienen múltiples diferencias, empezando por la religión. Los dos se consideran fervorosos musulmanes, pero de ramas distintas, los iraníes son teócratas shiíes y los saudíes teócratas sunníes wahabitas. El fanatismo domina las dos creencias.

El pasado 10 de marzo saltaba la sorpresa, los encarnizados enemigos desde 1960, Arabia Saudí e Irán anunciaban el restablecimiento de relaciones diplomáticas, rotas en 2016 porque el gobierno de Ryad había ejecutado a varios dignatarios shiíes, en represalia por el ataque de milicias iraníes a la embajada saudí en Teherán.

China apadrinó y proclamó a cuatro vientos la problemática reconciliación, considerada imposible. China ausente de la escena internacional, irrumpía con fuerza en el avispero más complejode la política mundial. El entendimiento entre los dos fervorosos enemigosno fue espontaneo, ni fruto de providencias divinas, fue consecuencia de dos años de negociaciones secretas que durante ese tiempo tuvieron que superar, al menos, cinco rupturas bajo cielo de Pekín con la paciente asistencia del gobierno chino. A pesar del intercambio de embajadores entre Irán y Arabia Saudí queda un largo camino por recorrer para lograr una efectiva paz en la zona en donde el Yemen es un escenario de confrontaciones bélicas entre iraníes y saudíes.

El norteamericano Joe Biden considera el conflicto lejano a sus intereses, mientras el portavoz del ministerio chino de Asuntos Exteriores dice luchar por la victoria del dialogo y el silencio de las armas en un área tan conflictiva. Es la primera vez que China se mete en los Asuntos del Próximo Oriente, un espacio dominado desde hace más de setenta años por los Estados Unidos. Hasta el momento China había evitado implicarse en las tensiones de la zona, considerando que los americanos debían asumir la seguridad de la región.

El cambio de la política exterior china se debe a la conjunción de varios factores. Por una parte, hay signos evidentesde que Arabia Saudí quiere liberarse de la tutela de Washington, en Riad desconfían del compromiso norteamericano a la hora de implicarse en su defensa, especialmente después de los ataques a las infraestructuras petrolíferas en el año 2019. También en Irán hay varios sobresaltos que rompen la calma y la paz social. La rebelión de las mujeres y las represiones para controlarlas han dejado demasiadas muertes; por otra parte, en todo el país hay una permanente alarma ante el temor de un ataque a las instalaciones nucleares. En toda la zona flota un aire de resistencia a aceptar como dogma el relato y la posición de Occidente enrelación con la guerra de Ucrania y como consecuencia, en 2022 se negaron a avalar las sanciones contra Rusia. El gobierno de Riad, fiel servidor de Washington, de manera servil la mayoría de las veces, en esta ocasión se negó a obedecer la petición que le hizo el gobierno norteamericano de que aumentará la producción de hidrocarburos para que bajara el precio del barril.

De todas estas circunstancias, China quiere sacar provecho siguiendo los principios de Deng Xiaoping: “da lo mismo que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones.” Aquí cazar ratones es ocupar aquellos espacios donde su apertura económicapueda sacar provecho. Por eso está multiplicando la presencia en Arabia Saudí, en Irán e inclusoen Israel, sin tener en cuanta las desventuras del pueblo palestino. La riqueza en hidrocarburos de la región y la necesidad que tiene China de energía facilita el entendimiento. Arabia es el primer exportador de Petróleo a China, mientras que Qatar es el primer emisario de gas natural. Por su parte Pekín coopera con Oriente Medio en el desarrollo de las nuevas tecnologías, también son grandes consumidores de sus productos manufacturados. Los intercambios aumentaron desde el 2013 cunado se abrieron los antiguos caminos de la seda. Las inversiones chinas en Arabia saudí fueron de 106 mil millones de dólares en los últimos 20 años, en Kuwei de 100 mil millones y en los Emiratos árabes de 64 mil millones. Los dirigentes chinos nunca miran hacia el interior de los diversos regímenes, ni si son democracias o tiranías, seguían por un pragmatismo eficaz: “ninguna injerencia en los asuntos internos” y “basando el dialogo y las buenas relaciones en un plano de igualdad y el respeto mutúo”

El gobierno de Xi Jimping afirma moverse por las propuestas de la “seguridad común y global y una cooperación duradera”. Aseguran que la apuesta por la seguridad global es lo que le llevó a elaborar el documento de doce puntos para poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania. En Occidente este texto tuvo una tibia acogida, ya que no considera a Rusia como potencia invasora. Al principio de este tercer mandato, el presidente Xi apuesta resueltamente por la paz en Ucrania, a pesar de su calculada ambigüedad en el apoyo a Putin. Se trasladó a Moscú para verlo y con Zelenski se limitó a una larga conversación telefónica. En Pekín, Xi esta recibiendo a diversos líderes mundiales, entre ellos al presidente español Pedro Sánchez, para explicarles su plan de paz dentro de las siguientes coordenadas: “No se puede asegurar la paz de un país, en detrimento de la seguridad de otro”.

El expansionismo de la política de Pekín, según unas recientes declaraciones de Xi, busca “encontrar la armonía para convertir el mundo en un jardín planetario donde convivan civilizaciones dinámicas y coloristas”. Xi tiene el control absoluto del Partido Comunista como lo tuvo Mao y ahora quiere expresarse poéticamente como lo hacía el Gran Timonel.

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