Opinión

A Rafael Sánchez Ferlosio

Se puede ser de todo, incluso escritor. Se puede pensar y escribir, describir y hacer pensar. Conjugar las palabras como si fueran viento, y lanzarlas al espacio en el que cada uno quiera otorgarles un significado que acabará por ser verdadero, y al final ceniza.
 La verdad de Ferlosio camina por sus textos, lo harán ya para siempre, dispuesta a florecer en el invernadero interior de sus pensadores-aprehensores-lectores, para el entendimiento del alcance de cada mente, de cada demente caminante sin rumbo cierto como por ensalmo.
Conocí a su hermano, Chicho Sánchez Ferlosio, le traté con el humor de la movida madrileña, mientras colocado corregía con rojo el azul de Eugenio Suárez, editor de El Caso, por el precio que le permitía sobrevivir a él y a su familia. La ideología quedaba atrás, en la innecesidad de manifestarla en cualquier tertulia de aquellos años tiernos de Galván. Le había fichado para El Cocodrilo Jesús Infante, el nieto del fundador de la Patria andaluza, el descomponedor de Opus -Dei claro, su Santa Mafia-, el que toreaba en el Ruedo Ibérico de una vida informal en una editorial del ancien régime español dominado por un “fresco proveniente del Noroeste”, bajito y de Ferrol.
Hablábamos de Rafael Sánchez Ferlosio con nuestra Isabelita, Isabel Escudero la eterna compañera de Agustín García Calvo, la hermosa amiga de Amancio Prada, la Doctora en Psicología y Filosofía, profesora honoraria de la UNED, poetisa y narradora, y con Poty, el infeliz inaugurador de enfermedades malévolas de estirpe sexual, un artista de calle incorporado a una redacción con mesa de OìCedar.
 Y leíamos a Rafael y cuanto cupiese en el almario de los que siquiera aspiran a ser salvados. Y bailábamos en la discoteca El Sol. Y le perdonábamos su exilio libertario en Marruecos, donde la vida era Medievo y el Medievo vida, libertad dictatorial, infinita de nadas y de todo. Nos quedan sus Pecios: pensamientos, reflexiones, ideas, comentarios. Le iban surgiendo y los apuntaba en sus libretas.
Ahora Rafael, Poty, Isabelita, García Calvo, Eugenio Suárez, son parte de “un tiempo, sin todavía”.  Hoy me toca a mí “hacer el ayer”. Pero poco queda para nada. La vida es más pobre. La ceniza se mezcla con la arena de un desierto que siquiera es un vaso de horas, siquiera reposa en El Jarama.

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