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Celta
En versión íntima y personal. Con la música más liviana, más melosa, más lenta. Sin enchufes. Como los conciertos 'unplugged'. Así llegó el Celta a Balaídos a las 15:30 horas. Una veintena de policías se aseguraron de que todo fuera bien a un lado de la valla. Al otro, un puñado de profesionales de los medios de comunicación esperaban junto a un par de curiosos que, móvil en mano, inmortalizaron tan extraño momento.
Fue el comienzo de esta nueva normalidad futbolística. El equipo celeste arribó al Municipal en dos autobuses. En el primero, el cuerpo técnico, los jugadores no convocados y el material. En el segundo, los futbolistas.
Tres minutos antes que el Celta, el equipo arbitral había entrado en las dependencias del estadio. Cinco después de los célticos, la expedición del Villarreal llegó a la explanada de Tribuna. También en dos autobuses, solo que en su caso, a diferencia de en el de los celestes, sin ninguna distribución que respondiese a un patrón aparente. Futbolistas, técnicos, delegados, miembros del servicio médico y utilleros, fluían indistintamente de cualquiera de los autocares hacia las tripas del estadio. Eso sí, guardando con celo los protocolos de seguridad.
Y, como llegaron, se fueron. Eso sí, con tres puntos. La expedición amarilla hizo el trayecto inverso tras el partido. No así el Celta, cuyos futbolistas salieron de forma individual hacia sus coches particulares. Una balada triste para finalizar el concierto.
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