Opinión

Xenofobia

Una palabra, pero con una plétora de multiusos. Según el diccionario de la Real Academia Española es ‘fobia a los extranjeros’. Muy generalizado. ¿Pero cómo se interpreta entre un ser humano/a y otro/a? ¿Por su raza? ¿Color? ¿Origen? ¿Territorio? ¿Idioma? ¿Nacionalidad? ¿Educación? ¿Religión? ¿O el mero hecho de ser diferente? Recuerdo un refrán anglo-sajón que me contaba mi madre cuando aún usaba pantalones cortos. ‘Todo el mundo es raro, salvo tu y yo. Aunque tú también eres un poco raro.’ Últimamente los medios de comunicación y los políticos lo han estado usando libremente como adjetivo para criticar, insultar, demonizar al lado opuesto, para no decir ‘oposición’ y en el fondo no tienen ni la más puñetera idea de lo que están diciendo.
 La tragedia es que va en aumento en todo el mundo y se está convirtiendo, nuevamente, en un arma de ‘odio’ que podría llevar a la humanidad nuevamente hacia un camino sin retorno. Hay literalmente cientos de miles, sino millones de casos a diario, desde los más estúpidos a los mas sangrientos. Y en todo caso el resultado en la práctica acaba en ‘discriminación’. Desde siglos, históricamente, el ser humano, al encontrarse con otro ‘distinto’ lo primero que siente, aparte de sorpresa es miedo, o sea ver un ser de otra raza y/o color. Esto les ocurrió a los conquistadores de América que viajaron del ‘viejo’ continente desde el norte hasta el sur al encontrarse con los indígenas. 
Sumemos las otras diferencias como la vestimenta, la lengua –sonidos vocales- las armas y por último los ritos de unión entre parejas para procrear. El flujo de emigración sea la razón que sea desde tiempos inmemoriales ha creado todo tipo de fricción con el tema de siempre que son los distintos idiomas y costumbres. Esto nos lleva al sector de la educación que es un enorme tema que causa xenofobia. ¿Por qué? Si sumamos ideología política y religión, el coctel molotov está servido. Y aquí es cuando los resultados se transforman en un alto nivel de fobia y enfrentamiento desde tiempos inmemorables. Al entrar en los siglos de la civilización y el advenimiento de la era industrial se inventaron todo tipo de nuevas barreras para diferenciar sectores de la humanidad en territorios, países, fronteras e identificación individual, léase documentación. El conjunto se convierte en separatismo. El siglo XX nos dejó algunos de los peores ejemplos de xenofobia con el movimiento nazi de Adolf Hitler contra cualquier ser humano que no era rubio y de ojos azules. Incluyó a los judíos por su religión. Acabó en una terrible guerra y genocidio. 
Japón hizo lo mismo durante la invasión de la China y luego Pearl Harbour. Le siguieron otras guerras como la de Corea, Vietnam y la interminable Guerra Fría entre Occidente y el Comunismo. Cojamos un dron, volemos a la Europa actual y convulsa del siglo XXI. Durante 20 años, el nuevo primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson y su compinche Nigel Farage del partido ultra derechista emprendieron en un movimiento xenófobo contra la Unión Europea. Para entenderlo bien, su objetivo principal era frenar el libre movimiento de personas y en particular los cientos de miles de polacos que, según el gobierno ‘invadieron’ el mercado laboral del país. Lo hicieron atacando personalmente al Presidente de la Comisión Europea. Por otro lado, el nuevo gobierno de Mr. Johnson quiere cerrar la puerta a Irlanda y tirar la llave. ¿Y qué me dicen de la Cidade Frondosa y el enfrentamiento con la Capital de Galicia? Mejor lo dejo ahí pues podría despertar otro caso de xenofobia. ¡Contra mi persona!

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