Opinión

Viriato y Numancia

Si en España se enseñara adecuadamente la Historia el drama de la formación de Gobierno ya estaría resuelta. Pero no es así aunque entre los políticos ejercientes existan algunas brillantes mentes lectoras de libros y cabezas apasionadas por la novela histórica. Sin embargo el signo cultural de nuestro tiempo es perderse por los vericuetos del ensayo político y en las autobiografías de sus congéneres modernos. Además de hacer pinitos en economía, sin haber leído antes ni “El capital” ni “Los manuscritos económicos” de Marx que, aunque desfasados, dan pistas a la hora de pensar políticamente en nuestras circunstancias globales. Pero a las enseñanzas de Historia, con mayúscula, poco se recurre en nuestros días. Por tanto, parece que da igual cómo nos la hayan contado. 
Y nos contaron glorias tan magnificadas como las de los bríos de Viriato, aquel pastor lusitano ejemplar, traicionado por tres generales propios a quienes Quinto Servilio Cepion no premió el servicio “porque Roma no paga traidores”. He ahí un ideario sublime, que no ha calado en la praxis política actual. La traición y las recompensas con prebendas las descubrimos muy bien engrasadas. Todo lo contrario de cuanto acontece con la gesta de Numancia. ¿Cuántas veces nos han reiterado la gloriosa hazaña de los numantinos, sitiados por Publio Cornelio Escipión durante trece terribles meses, quienes prefirieron la muerte y el suicidio, incluidos niños, mujeres y ancianos, antes de entregar al romano su miserable castro amurallado? Numancia representa la resistencia a una nueva cultura, a un nuevo poder sin conocer sus ventajas. Y hemos comprado el tópico. Tanto que Camilo José Cela se apropió de esa payasada que reza: “quien resiste vence”. ¡Que se lo pregunten a los pobres conversos, resistentes en los potros de la Inquisición por mor de defender sus creencias!
Disculpen, pero no acierto a saber por qué me han asaltado esas dos estampas de la romanización, utilizadas para moldear nuestro espíritu nacional o, incluso, nacionalista. Quizás porque la situación del Parlamento español hace tiempo que es numantina. Lo fue en la última etapa de Rajoy y en esta de Pedro Sánchez es una fiel copia de aquel empecinamiento de celtíberos y romanos, de quienes algo llevaremos en nuestra genética. 
Aunque no sea fácil vestir de hispanos a unos y de latinos a otros, Pedro Sánchez no desea nuevas elecciones pero resiste hasta el agotamiento, porque a su sentido común y a la prudencia los respaldan las encuestas. Pablo Iglesias no desea nuevas elecciones porque está perdiendo votantes, no obstante sigue empeñado en su mesianismo de Pablito Grillo, aunque le cueste la vida. A Pablo Casado otra derrota lo situaría a los pies de la guillotina, pero ni quiere elecciones ni se abstiene tirando de responsabilidad institucional. Albert Rivera resiste en su incongruencia y, como la demoscopia le ha bajado los humos, ni desea elecciones ni opta por apoyar el gobierno de Sánchez. Ni contigo ni sin ti…
Ninguno se atreve a aceptar la promesa del cónsul romano para alcanzar la gloria salvando la patria. Temen no recibir la recompensa en votos. Los cuatro están decididos a resistir para vencer, aunque Numancia arda desolada. ¡Helos ahí, repitiendo la Historia! Comportándose como verdaderos héroes de tradicionales epopeyas absurdas. ¡Viva Viriato! ¡Viva Numancia!

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