Opinión

La violencia de los manteros va a más

Cuando hace unos días, el presidente del Parlamento de Cataluña recibió a una comisión de manteros, éstos le advirtieron que, de no haber alguna situación a su caso, podría pasar lo mismo que en Madrid. Así de claro. Como se sabe, en Madrid, la muerte accidental de un mantero, que incluso fue atendido por la guardia urbana, y gracias a la torpeza del gobierno de la señora Carmena, animadora a que se salte la valle, se desencadenó una ola de violencia callejera con graves daños en el mobiliario urbano y bienes particulares, con además infundadas acusaciones a la policía municipal.
En las redes se pueden seguir diversos testimonios de cómo los mossos se retiran ante la violencia de inmigrantes subsaharianos tanto en las capitales como en el litoral catalán o su vandalismo en el metro de Barcelona, donde pretenden viajar sin billete. La simple observación o relato de estos hechos, ¿es xenofobia, racismo…y todo lo demás?
En absoluta impunidad con que se desarrollan estos hechos ha ido degenerando hasta la última evidencia del fenómeno: la agresión a un turista norteamericano que trataba de ayudar a una mujer a quien los manteros no permitían el paso con un carrito de bebé en pleno centro de Barcelona, y a quien le produjeron la sección de la yugular. No consta, cuando esto escribo, que el agresor haya sido detenido.
Lo ocurrido días pasados en Ceuta es un hecho gravísimo, puesto que pone de manifiesto una preparación logística bien calculada, dotándose de elementos que, a modo de munición, permitieran sobrepasar a los agentes que custodian la frontera, a quienes se arrojaron excrementos, cal (que puede dejar ciega a una persona) y otras municiones. Pasaron más de 600 inmigrantes y 22 guardias civiles acabaron en el hospital. Y no pasó nada. Es decir, el medio empleado ha demostrado su eficacia para ser empleado de nuevo y más lo será cuando se retiren las concertinas que puso Zapatero y que es un medio pasivo para disuadir trepar por la verja.
No es lo mismo cruzar una frontera de modo ilegal, que en todo caso es una infracción administrativa, que violarla mediante el uso de la violencia contra sus custodios. Eso tiene su nombre y su calificación jurídica, aunque en España no produzca efectos ni responsabilidades. No creo yo que ese tipo de avalanchas se permitieran en otras fronteras. En ese sentido, resulta chocante la actividad de las tropas de la guarnición de Ceuta, tan características, montando sus tiendas de campaña para acoger a los invasores que han entrado con violencia en el territorio de los que se supone custodios.
Es evidente que España, Europa, tienen un serio problema que las desborda, pero es urgente que el Gobierno ponga los medios para atajar la violencia. Porque lo cierto es que no sólo el fenómeno va a más, sino que el resultado es un creciente sentimiento de rechazo que puede derivar hacia lo que puede ser peor. La paciencia de la gente tiene un límite. Las agresiones, algunas tan graves como la que acaba de sufrir un turista en Barcelona, no pueden quedar impunes. Los mossos han descubierto que los manteros están organizados para responder en masa y con violencia cuando pretenden no ya impedir su actividad, que ocupen el espacio público sin limitaciones ni miramientos.
Es preciso identificar a los autores de tales conductas, someterlos sus actos a las previstas responsabilidades penales y, en todo, caso expulsar del país. Y desde luego, poner los medios para que los agentes que custodian la frontera puedan hacerlo con seguridad y eficacia.
Los manteros venden esencialmente productos falsificados de origen chino. Su actividad es ilegal. Pero se ha llegado a este punto porque una alcaldesa, como la de Barcelona, ha permitido que su actividad haya crecido de modo exponencial, y otra, la de Madrid, invita a saltar la valla.

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