Opinión

La vieja-nueva foto del Consejo de Ministros este viernes

En este mundo nuestro, un mes es como un año de los de antes; el cambio es brutal, y no había sino que ver el alcance de las reivindicaciones este jueves en el Día de la Mujer para darse cuenta de que nada, nada, va a ser, ni siquiera es, ya como antes. Excepto, claro, el Consejo de Ministros que preside Mariano Rajoy este viernes en La Moncloa. Con una sola novedad, la de Román Escolano en lugar de Guindos -aunque es como otro Guindos--; como si el conjunto ministerial no hubiese sufrido, en solamente los últimos ochocientos días, el desgaste más tremendo que haya padecido Ejecutivo alguno en Europa. ¿Está preparado realmente el Gobierno central de España para afrontar las semanas, los meses, que nos vienen, comenzando por lo que vaya a ocurrir ya este lunes? No tengo una respuesta contundente, pero...
La pregunta sigue siendo: ¿hay vida después del 155? Y más: ¿podemos seguirnos sintiendo satisfechos por el mero hecho de que las panaderías sigan abriendo, los datos macroeconómicos progresando, los hoteles llenándose en Semana Santa, los turistas llegando a millones? Y más: ¿qué ha ocurrido para que España, país modélico hasta, digamos, 2014, esté experimentando un feroz ataque en bastantes medios extranjeros, que incluso denuncian, quizá con no mucho acierto, un retroceso en el respeto a los derechos humanos en nuestro país?
Claro que no hay que buscar un trasfondo `catalán` tras todas estas preguntas. Pero sí es cierto que nos hallamos inmersos en una especie de surrealismo político que, por ejemplo, ha situado al país casi en manos de un solo hombre, un juez sin duda íntegro y técnicamente competente que, desde su voluntario aislacionismo, acapara el futuro del `procés`. Y acapara, sospecho, la angustia de un Gobierno, el de Rajoy, que ve cómo este lunes, si los `cuatro políticos presos` sigue en este estatus, la lapidación exterior sobre España se va a incrementar.
No, no es Rajoy el gran culpable de lo que pasa, sino la irresponsabilidad de los dirigentes del proceso separatista, claro. Pero también es cierto que el presidente, cuya gestión creo que acumula bastantes méritos, se ha equivocado mucho, me atrevo a pensar, en el tratamiento del reto al Estado que plantearon los sediciosos de la ex Generalitat. Llegó tarde, y no muy bien, con el 155, tras haber entregado la política al brazo secular togado. Y ahora es él mismo quien puede comprobar que sí, que en España hay separación de poderes. Bastante, al menos, para garantizarle un disgusto de aquí al lunes si se mantiene la prisión de los Jordis, de Junqueras, de Forn, con lo que el lunes puede ser un nuevo día negro en el Via Crucis que padecen los catalanes, todos los catalanes, independientemente de las actitudes y posiciones que adopten. Otro hito para el surrealismo político: quizá investidura sin investido.
Regreso a Rajoy: todo esto precisaba, me da la impresión -compartida incluso por muchos relevantes miembros del PP con los que he podido hablar--, de una auténtica ofensiva política pilotada desde La Moncloa. Nuevas caras en el Consejo de Ministros, amén de la de Escolano. Nuevas ideas, nueva estrategia, otras tácticas. Quizá un Ministerio para las relaciones con la Generalitat, se llamase como se llamase. Acaso a Núñez Feijóo en una vicepresidencia, otra. Potenciar la comunicación monclovita y del Ejecutivo en su conjunto. El titular de Educación, Cultura y Deportes, por muy capaz que sea, que sin duda lo es, no puede acumular la portavocía asfixiante del Gobierno y, además, un par de consellerías en el Govern catalán*etcétera.
Es imprescindible un guiño a los medios internacionales, a Europa. Constatar que algunos ministros, no por incapacidad, desde luego, sino por el desgaste lógico de tener que gobernar en el Ejecutivo central y, encima, en el Govern, están quemados, y merecen el reconocimiento a los servicios prestados, que sin duda han sido notables, pero ya no dan mucho más de sí.
A lo que ocurre en Cataluña, en el resto de España, en Europa, en el mundo, hay que darle el reconocimiento que merece. Y afrontarlo. Ni siquiera pudieron ponerse de acuerdo en el elenco ministerial ni en el partido que lo sostiene sobre si sumarse o no a la peculiar huelga del 8 de marzo, y cómo. Algunos andan, y no solamente en el Gobierno del PP, demasiado atentos a la supervivencia propia, y no a la regeneración del proyecto.
Por eso me ha preocupado contemplar que la fotografía del Consejo de Ministros, excepción hecha del Guindos bis -que sí, que Escolano es un buen fichaje, no digo yo que no--, sea la de siempre, cuando nada es ya lo de siempre. En mi personal opinión, para lo que valga, me parece que Mariano Rajoy y quienes, con mayor o menor eficacia, le asesoran, no han acabado de entender el mensaje que lanzan no las encuestas, sino las calles, esas incómodas calles por las que se manifestaban las mujeres, los pensionistas, los que creen que este es un país demasiado desigual, y no solamente por cuestión de sexos.

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