VIGO

Viajes y anécdotas del compañeiro Soto"

La bienvenida de la alcaldesa de Narsaq.
photo_camera La bienvenida de la alcaldesa de Narsaq.
Hay un aspecto de la personalidad del ex alcalde de Vigo que conviene recordar ahora que se ha ido. 
Fue un regidor polémico en alguna de sus actuaciones, pero demostró no ser rencoroso con todos aquellos que, como yo mismo, lo criticamos. Sus mayores adversarios no fueron los concejales de la oposición, sino los miembros de su propio partido, contrarios a su modo de llevar las cosas. La historia de por qué gustaba que lo llamaran el “compañeiro Soto” no se ha contado bien: El primer día que llegó a tomar posesión, un cabo de la Policía Local se cuadró y lo saludó respetuosamente, “A sus órdenes, señor alcalde”. “Nada de a sus órdenes –replicó el primer edil-. Soy el compañeiro Soto”-
Pero, sobre todo, cosa que hemos visto que nadie refleja, fue un impenitente viajero, aunque en ocasiones, los resultados de sus viajes fueran algo pintorescos. Él decía que quería poner a Vigo en el mundo. Y así llegó a considerar que Vigo fuera incluido entre las “Ciudades de alta montaña”, a uno de sus congresos asistió, lo que dio lugar a que el concejal Antonio Nieto Figueroa sugiriera instalar un teleférico desde el puerto a El Castro.
Con todo, el más singular viaje, de elevado costo para los contribuyentes, ya que obligó a alquilar un jet, lo llevó a Groenlandia, para hermanar Vigo con la aldea de Narsaq, de 1.700 habitantes, bajo el pretexto de firmar un acuerdo pesquero que nunca existió, “porque nos jugábamos intereses inmensos”, según nos contó a los periodistas de entonces en una conferencia de prensa. La que sí que vino, a devolver la visita, fue la alcaldesa del lugar, una señora que fumaba puros. En una rueda de prensa surrealista (la dama hablaba el idioma de los esquimales que era traducido al danés y de éste al inglés y por fin al castellano) la señora nos dijo que gracias a Soto realizara el sueño de su vida: “Retratarme bajo una palmera”. En cuanto al asunto de la pesca, como era de esperar, dijo que no sabía nada, era que no era competencia suya sino del gobierno danés.
Otro viaje llamativo que el que realizó Manuel Soto a Cuba. A su regreso anunció su propósito de firmar un acuerdo comercial con la isla, lo que elevaba a Vigo al rango de ciudad estado, pero lo más curioso fue que el concejal de cultura, Santomé, anunció que para estrechar lazos sería convocado “un concurso de habaneras” y se realizaría un intercambio de “cocodrilos por teixugos” para la Madroa. Un grupo de periodistas escribimos y grabamos “la habanera de Soto” que fue difundida por la radio local y ya no hubo concurso. Pero vino de Cuba un viceministro y fue recibido y paseado por Vigo como un embajador, escoltando por la policía local motorizada, en formación de rombo.
Lo mejor de la habanera era el estribillo, relativo a la nostalgia de Soto por la isla, y decía: “Le gustaría estar en la Habana [A Soto], cigarro puro, vaso de ron, linda mulatas, flor de banana y cocodrilos a discreción”
El afán viajero de Soto preocupaba mucho a su primer teniente de alcalde, en una de sus etapas, José Antonio Sánchez, quien se quejaba de que cuando estaba ausente no tenía noticia de él ni sabía cómo localizarlo. Gustaba especialmente el “compañeiro Soto” de ir a Italia, a congresos de ciudades marítimas como ponente. El director de la Universidad Popular, José Francisco Armesto, le escribía una ponencia que él defendía, pero no se quedaba a escuchar la réplica, pues siempre lo llamaban urgente de otra parte, y se ausentaba del Congreso para visitar Roma, y regresaba a la clausura. Los periodistas de aquel tiempo contábamos todo esto con detalle, como se puede comprobar en los periódicos de la época. Pero, pasado el tiempo, nunca Soto se quejó de nuestros comentarios ni críticas, las asumió como gajes del oficio y mantuvo una relación cordial con todo el mundo.n

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