Opinión

Una campaña muy larga

Esto de estar en campaña electoral y llevar así no sé cuántos meses, tiene  mucho de malo y sobre todo, mucho de aburrido. Y por tanto, hay que romper de vez en cuando la dinámica apelando a episodios como el vivido el día de ayer en el que un político oficialmente incluido en las listas al Parlamento europeo con el número 4 nada menos, sube a un estrado por sorpresa para anunciar que se va con otros. Es lo que hizo ayer Ángel Garrido, hasta el momento presidente de la comunidad autónoma de Madrid como militante del PP, que no repetirá en el cargo y que su partido había colocado en puestos de cabeza para representarlo en Bruselas y Estrasburgo. El escenario en el que se representó este suceso de entradas, salidas y puertas de guardar como una comedia de Lope, fue un mitin de Ciudadanos en Madrid. El público esperaba la comparecencia de Ignacio Aguado, pero el que salió primero por la puerta del fondo fue Garrido ante la perplejidad del respetable asistente. Nadie era capaz de comprender qué hacía aquel tío allí, pero todo se explicó o casi todo, cuando ambos comunicaron que Ángel Garrido -30 años de militancia en el PP, y todavía ocupando su silla en la Puerta del Sol- se pasaba a Ciudadanos y se colocaba como número 13 en la lista del partido que Albert Rivera ha preparado para intentar sucederle. Las peculiaridades de esta pintoresca operación no acaban ahí. Pablo Casado se enteró de la fuga de Garrido a orillas del río Guadalquivir pues estaba de jornada electoral en Sevilla, y el salto por sorpresa de las alambradas por parte de Garrido le pilló con los rulos puestos…
Personalmente creo que la política es el peor escenario posible y me agradezco a mí mismo no haber sucumbido a tentaciones semejantes, aunque he de reconocer que llevo una solemne ventaja sobre aquellos que sí lo han querido porque, haciendo gala de notable sabiduría y exquisita prudencia, ningún partido me lo ha propuesto nunca. Eso les honra.
Creo sinceramente que estas situaciones  no tienen nada de ejemplares y no pueden aceptarse sin torcer el gesto. Cambiar de partido no es en sí malo ni tampoco bueno, pero quisiera convencerme a mí mismo de que hay muchos modos de hacerlo. El de Garrido no me parece el mejor. Y además, no le pega. Pero ya decía Rubén Blades que la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida… Él también se metió en política.

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