Opinión

Torra, el ayuno del guerrero

Dentro de Quim Torra pugnan la frivolidad, la soberbia y la estupidez, y de esa guerra interior emanan, al parecer, las cosas que dice. Y las que hace, como ese ayunito de 48 horas en la abadía de Montserrat tras empacharse de exhortos a la guerra civil.
Mala cosa sería que el gobierno de la nación no parara los pies a ese ciudadano que, teledirigido por un orate fugado de la Justicia, aplica su tono melifluo y su untuosa prosodia a extender prédicas violentas, pero peor sería, si cabe, que por esa inacción del Ejecutivo, se siguiera alimentando el discurso de la actual derecha montaraz que, entrando ciega al trapo de las calculadas provocaciones de los secesionistas, prescribe recetas que ahondan en la división y el enfrentamiento.
O dicho de otro modo, más llano: si Sánchez no manda a la mierda a Torra, y ataja de una vez sus desafueros (llamadas a la insurrección armada tipo Eslovenia, reapertura de embajadas quintacolumnistas, jaleamientos a sus fuerzas de choque/CDR, purga de los Mossos...), la tríada PP-Ciudadanos-VOX, que afronta en comandita la cuestión catalana con tanta vehemencia como poco seso, acabará cautivando al grueso de la opinión pública e impondrá sus remedios peores que la enfermedad.
Que, tal como están las cosas, al punto al que han llegado, se considere el rescate de las fuerzas de Orden Público que Torra quiere como su ejército privado, no debería entenderse como un debate sectario, sino como una necesidad general de garantizar el Orden Público precisamente, un orden que, con sus principales anexos de defensa de la libertad, el bienestar y la seguridad física y jurídica de las personas, no debe entender de colores partidarios. El Orden Público a secas es caro a la derecha, pero el Orden Público al servicio de la libertad, de la igualdad y de la justicia es una necesidad insoslayable de toda la ciudadanía.
O Sánchez rompe amarras con la partida de la porra secesionista, de la que Torra es el capo vicario por voluntaria ausencia del titular, o ya puede su CIS montarse el masterchef que quiera, que las urnas, antes o después, le estarán esperando con el cuchillo de cocina entre los dientes. Si ante las bravatas incendiarias de Torra, que está para que le encierren y no precisamente en una cárcel, el Gobierno no dice hasta aquí hemos llegado, no sé, o sí, a dónde vamos a llegar.

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