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Toca envainar la Tizona

El ya exjugador vigués posa con las camisetas de los tres equipos gallegos con los que jugó en la élite.
photo_camera El ya exjugador vigués posa con las camisetas de los tres equipos gallegos con los que jugó en la élite.
Chema Cid se retira del balonmano tras 28 años de carrera en Asobal, Plata y 1ª Nacional
Hasta al más fiero de los soldados le llega la hora del retiro. El descanso del guerrero. Seguro que fue así para el Cid héroe en el imaginario popular de la Reconquista, que blandió su espada, la Tizona, en multitud de contiendas. Nueve siglos después, otro Cid encuentra su descanso. En este caso Chema, que deja el balonmano con 44 años tras 28 temporadas de batallas con su brazo derecho como espada.
"Me va a costar ir al pabellón de Chapela sin bolsa", confiesa con sonrisa nostálgica. Porque la pista en la que encontró su casa durante 14 campañas, lo va a seguir siendo. Pegado a la banda, igualmente, aunque a partir de ahora desde fuera del campo. Chema Cid entrenará al filial chapeleiro desde el próximo curso. Y solo eso, no vaya a ser. "Como me ponga a lanzar con ellos, igual Fran me dice que me quede en ese lado de la pista y me vuelve a picar el gusanillo", reconoce.
Ese nombre, el de Fran Teixeira, es una constante en la ecuación de la recién finalizada carrera deportiva de Cid. Además de su tío, fue el entrenador que le impulsó, que le acogió, que le potenció. "Creo que nunca le he fallado. Y él tampoco a mí", comenta con un punto de emoción. "Es el más grande", añade. 
Esa vinculación es tal que, en algunos ámbitos, se ha definido al extremo vigués como "el brazo armado de Fran Teixeira". Desde que era un niño, en la pista de arena del colegio Alba, al Teucro de Pontevedra, en donde debutó con tan solo 17 años. Luego Chapela, para vivir una primera experiencia de rojo y verde, Grupo Covadonga -"estuve como en casa y llegué a ser capitán", recuerda-, Palma del Río y de vuelta a Chapela. Por el medio, dos años en el Octavio, el club de su ciudad. "Le ganamos al Barcelona. No entraba un alfiler en Traviesas", rememora Cid, que tuerce el gesto al pensar en la desaparición del histórico club vigués. "Es una pena. Una ciudad como Vigo no se lo merece porque aquí gusta mucho el balonmano",agrega.
Pero su voz suena diferente cuando habla de Chapela. "Siempre fue mi casa", destaca Chema, que se embarca en un fulgurante viaje en el tiempo para empaparse de recuerdos. Partidos, compañeros, aficionados. Todo se mezcla. También Manuel González Soto, el presidente emblema del club chapeleiro, ya fallecido. "Para tapar el agujero que ha dejado, hace falta que tres o cuatro directivos trabajen como cabrones", confiesa Cid, que destaca que la directiva que preside María González, la hija de Soto, está haciendo "un esfuerzo grandísimo".
Y ese valor humano es lo que más estima después de tantos años. De tantas batallas. De tantas roscas desde el extremo. "Pensé en dejarlo la campaña pasada, pero me sabía mal hacerlo con la sanción", recuerda el vigués, al que le cayeron seis meses por amenazar a unos árbitros. Se arrepintió al instante. Tampoco una pandemia parecía el mejor final. "Pero hay que dar paso a los jóvenes", sentencia Cid, que paladea a sorbos su pasado como jugador en la copa nueva de entrenador. "El balonmano me ha dado mucho", suspira. Y más que le dará. Pero fuera del 40x20. Al Cid de dentro le toca descansar. Le toca envainar la Tizona.

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