Opinión

¿Tiene el centro político sustancia propia?

A poco que se conozca de historia del pensamiento político se entenderá bien la siguiente afirmación: siempre ha existido la idea de un centro, idea que tiene su correlato inmediato precisamente en la de equilibrio, moderación, en la que siempre cabe distinguir, más o menos explícitamente, una derecha o una izquierda referidas precisamente al centro.
Desde el punto de vista de la filosofía,  el centro no es sólo el punto de referencia, sino el origen de la derecha y la izquierda y la causa de su división. En este sentdo, el centro es lo justo y aquello a lo que debe ajustarse todo lo relacionado con él, constituyendo su existencia una garantía contra los excesos, la ideología cerrada, el populismo o la demagogia, hoy tan presentes en tantas latitudes.
En alguna medida la explicación del centro desde la filosofía política nos demuestra que como espacio político representa la necesidad de certificar el ocaso de las ideologías cerradas y de volver a pensar la política desde posiciones liberadas de aprioris y dogmas que han lastrado durante décadas a muchas generaciones de políticos e intelectuales. 
Desde nuevas coordenadas geométricas es menester superar la idea de centro como punto equidistante de la derecha y la izquierda para levantar un nuevo edificio político que registre la defunción  de la hegemonía tecnoestructural y la emergencia de un nuevo espacio político impregnado de humanismo y de una nueva dimensión del poder entendido como la concertación articulada de las libertades de los ciudadanos y no como una institución que reside en la cúpula o el vértice y que, de ahí, se extiende hacia la comunidad. 
Hoy más que nunca, frente a los totalitarismos, de uno u otro signo, algunos  con piel de cordero  y otros de forma palmaria, es menester recuperar formas de estar y hacer política que devuelvan la confianza y el prestigio perdidos a esta noble actividad. Un actividad hoy dominada por una mediocridad inquietante, por una no pequeña dosis de resentimiento y,lo más grave, por una ausencia de compromiso genuino con la mejora de las condiciones de vida de las personas.  Asi nos va.

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