Joaquín Lamela López Neumólogo

"Se sufre, pero nadie murió nunca por dejar de fumar"

El doctor Joaquín Lamela, en la consulta de su clínica.
photo_camera El doctor Joaquín Lamela, en la consulta de su clínica.

El doctor Lamela tiene más de 35 años de experiencia como especialista en Neumología y Neumología Infantil. En este tiempo, 
ha dirigido trabajos de investigación y ha participado tanto en congresos internacionales como en "Saber Vivir" (TVE), además de dirigir el servicio de Neumología del Complexo Hospitalario de Ourense o la Sociedad Gallega de Neumología. En la actualidad, 
sigue ejerciendo como neumólogo del hospital Centro Médico El Carmen.

Del 10 al 17 de septiembre, se celebra todos los años la Semana Europea del Cáncer de Pulmón, y según los datos del Observatorio de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) Ourense lleva desde 2012 siendo la segunda provincia española cuyos habitantes tienen una mayor probabilidad de padecer esta dolencia. Las tasas de incidencia han aumentado cada año, desde los 79 diagnósticos por cada 100.000 habitantes que se produjeron en 2012 hasta los 85 de 2019. 

¿Podemos explicar la alta prevalencia del cáncer en Ourense?
Ahora mismo se está estudiando la influencia del radón, relacionado con el cáncer de pulmón, pero hay que tomarlo con prudencia. Pueden contribuir otros muchos factores. Desde luego, aún se sigue fumando mucho, sobre todo entre los jóvenes. El tabaco causa la aparición de la gran mayoría de cánceres de pulmón diagnosticados, así que lo que más me enorgullece en la vida es tener tres hijos que no fuman.

¿Existe alguna solución para reducir el consumo de tabaco en nuestra sociedad?
Desde luego, no se trata de prohibirlo, porque se practicaría el estraperlo. Tampoco parecen funcionar demasiado bien los cigarrillos electrónicos, que además presentan componentes peligrosos para la salud. Y aunque un TAC anual pueda ayudar a un diagnóstico temprano, la mejor prevención es dejar de fumar, y todos los días hay quien lo consigue "a pelo". Siempre digo a mis pacientes que si existiera una droga para aumentar la voluntad de la gente sin hacerle daño muchos médicos nos tendríamos que dedicar a otra cosa.

¿Utiliza su experiencia personal para motivar a los pacientes?
En la consulta siempre cuento cómo fui fumador desde muy joven y llegué a necesitar una cajetilla diaria. Para dejarlo, hay que estar dispuesto a padecer los síntomas de la abstinencia, y es imposible sin pasar algún mal rato. Al final lo conseguí a los 29, cuando terminé la especialidad. Recuerdo meses de sufrimiento, pero como siempre les digo a los pacientes nadie se muere por dejar de fumar. 

¿Es importante para usted ser una buena influencia para ellos?
Recuerdo decirle en la consulta a un conocido que abandonara el vicio del tabaco, pero ese mismo día entró en el restaurante San Miguel y me encontró con el dichoso cigarrillo. Me puse todo colorado de la vergüenza. Una parte de nuestro trabajo es influir con el ejemplo, algo más importante de lo que se cree. Podemos comprobar que habitualmente los hijos de fumadores fuman menos. Pero antes hasta se podía fumar en las consultas, te recomendaban que dejaras el tabaco con un cigarro en la mano.

¿Es frustrante no lograr que un paciente cambie sus hábitos, aunque sea de vital importancia para él?
Esto es lo peor de mi trabajo. Tú puedes ayudar con un medicamento o recomendar ciertas cosas, y los pacientes te dicen que van a intentarlo. Pero no se trata de intentar sino de hacer. Es lo que más le fastidia a cualquiera con vocación. En la consulta ya se nota a menudo qué pacientes van a dejar de fumar realmente, porque lo fundamental es uno mismo. Esta es la frustración del médico, que por empático que seas al final todo depende de la persona y las decisiones que tome. Muchos salen con buena intención de la clínica pero a la noche van a tomar algo y se acuerdan del cigarrillo.

¿Recuerda algún ejemplo que pueda motivar a la gente llevar una vida más sana?
Un día llegó a mi consulta un paciente que creía sufrir un cáncer de pulmón. Yo le contesté que no era cierto pero sí que debía cuidarse, porque al ser un fumador habitual podía terminar contrayendo esa dolencia o una similar si seguía igual. Él me prometió que dejaría el vicio, pero a la semana me lo encontré fumando por las calles de Ourense, e intentó esconder el pitillo. Diez años después volví a verle en consulta. Ahora sí que tenía cáncer de pulmón y se lamentaba de no haberlo dejado cuando aún tenía tiempo para ello. Echarse humo, además una droga que engancha muy rápido, es la mayor estupidez. Como bien decía el eslogan de la Sociedad Americana del Tórax, cuando no puedes respirar no hay nada que importe más. n

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