Opinión

Sinsorgadas políticas

Sobre la base de estudios desconocidos, el departamento de Vivienda del País Vasco va a obligar a que las viviendas que se construyan tengan la cocina con una dimensión mínima de 10 metros cuadrados. ¿La poderosa influencia del admirable Arzak o del dicharachero Arguiñano? No, no tiene nada que ver con la gastronomía, sino que se trata de la brillante idea de luchar contra la desigualdad de género. En la zona de España donde más hombres cocinan, a algún brillante político le parece poco y ha decidido que si las cocinas -por decreto- son más grandes la igualdad de género alcanzará niveles espectaculares, porque si los machos no cocinan creen que es debido a que las cocinas son pequeñas.
Siguiendo con tan escolástico razonamiento, me imagino que cualquier día se levantará un político del PNV dispuesto a que Euskadi sea la más higiénica y limpia de las autonomías, y ordenará que los baños tengan una dimensión mínima de ocho metros cuadrados, debido a que, seguramente, la gente que no se ducha a menudo lo hace porque los baños son muy pequeños. Parece claro que hay una hipótesis que supone que un tipo guarro lo es porque no tienen un cuarto de baño en el que se pueda celebrar una tertulia.
Decía Peter Babel que la decadencia de una sociedad se advierte cuando los grandes problemas se afrontan con medidas superficiales e inútiles. La igualdad de género es un problema importante que debemos resolver entre todos, pero creer que con decretos obligatorios sobre las dimensiones de las cocinas o las habitaciones se resuelven es que la decadencia no es una sospecha, sino una constatación. Y esa estúpida soberbia de pensar que los problemas sociológicos se arreglan con leyes, y que las leyes deben llegar hasta la intimidad de los domicilios privados resulta tan patética como risible.
Las cocinas de nuestros abuelos eran grandes como salones, sobre todo en las zonas rurales. Pero el abuelo no cocinó nunca. Apórtese como prueba de la sinsorgada. Política, pero sinsorgada.

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