Opinión

No siempre son plácidos los domingos

No siempre son plácidos los domingos. Ni la vida en general. El fin de semana no da para nada. Nos despertamos el lunes pensando en café y en la triste realidad de tener que ganarnos el pan con el sudor de la frente y algo más, poniendo la ilusión en la noche del viernes, parrilla de salida del descanso dominical.
Lo damos todo el sábado sabadete y esperamos tener un domingo plácido, antesala de nuevo del lunes de penitencia semanal. Pero el domingo viene como quiere y como dice MeteoGalicia o dispone la vida. Nublado se le presenta últimamente a Pedro Sánchez, que pasa entre brumas la incierta constitución de un nuevo Gobierno. Sus pobres horas de relax en la piscina de Moncloa se han visto truncadas por un mal trago de agua con cloro que ha supuesto la borrasca en altamar del Open Arms, que a lo mejor con suerte amarra en España pese a las excusas políticas del Presidente en funciones.
Lejos de un estado apacible, a la España del Partido Popular no se le suma Ciudadanos, a pesar de haber registrado los Populares esta nueva formación -España Suma- con la esperanza de aglutinar a la derecha y contar los días de gloria por miles, incluidos los domingos, claro.
Muchos amargos domingos le auguran a Plácido, el Tenor, al que le quedaría de caballero lo que interprete en los escenarios, si las acusaciones de acoso que se vierten estos días contra él no acaban finalmente en meras calumnias o falacias malintencionadas. Eran otros tiempos -ha dicho el Divo- en los que los hombres influyentes y prestigiosos se imponían casi sin querer, sin conciencia y sin prejuicios. 
Pero, sin duda, del plácido domingo y de la vida en general hoy el rey es Rajoy, que la bebe a largos tragos y la pasea entre bucólicos caminos y amigos afectuosos que le llevan en volandas hasta el inicio de una semanita de trabajo amable y agradecido  de registrador de capital, sin ardores de estómago ni preocupaciones políticas. Dicen que Dios hizo el mundo en seis días y al séptimo descansó, pero siendo Él todopoderoso bien pudo haber hecho al revés y tal vez tendríamos más domingos plácidos y menos días amargos, estadísticamente al menos.

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