Opinión

Romanos siglo 21

En la zona más nueva de Vigo se celebró este fin de semana la fiesta romana que recuerda la fundación del antiguo Vigo hace 2.000 años, bajo la denominación Vicus Spacorum, que se traduciría como Aldea de la tribu de los Spacos, la que durante años se ha considerado el origen etimológico de la actual urbe del Castillo, el Mar y el Olivo. 
Ahora parece que no fue así, aunque la discusión está muy lejos de haberse cerrado. Incluso hay un interesante trabajo muy bien documentado que sostiene que Vigo tiene origen vikingo, y que procedería de la palabra Wig, que se refiere a bahías muy especiales, bien protegidas, como la Ría. 
Otra propuesta menos exótica y bien sustentada mantiene que Vico era cómo se conocía al monte del Castro y el cabo meridional de las Cíes y que dio nombre al asentamiento, cuyo puerto habría sido nombrado Burbida, de donde llegaría la palabra Berbés, cuyo origen no habían conseguido aclarar hasta ahora los especialistas en toponimia. 
La tesis de Burbida-Berbés consolidaría la idea de que Vigo o Vico era no una aldea sino un asentamiento en torno al Castro con una importante población y un puerto. El castro vigués tampoco es un lugar cualquiera y según los historiadores han certificado habría sido el segundo en importancia por su extensión -la totalidad del monte y más- y número de habitantes, sólo por detrás del Tecla, una citania de mayores proporciones. Cuando en el siglo I antes de Cristo llegaron los romanos, los castreños comenzaron a descender de la cima y a vivir cerca del mar, pescar y comerciar. 
En el siglo III, el Vigo romano contaba con una industria de la sal tan importante como que la salina de Rosalía -hoy a cuatro metros por debajo de la superficie de la calle- es quizá la mayor del Atlántico, aunque al parecer la explotación no fue del todo satisfactoria. No obstante, hubo salazones de pescado y se han localizado varias villas La última en Beiramar, donde estaba Cordelerías Mar, pendiente de consolidar, ha sido una sorpresa.

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