Opinión

Repetición de la jugada

A Antonio de Montpensier le llamaban “el chino” porque en verdad sus ojos oblicuos, su boquita de piñón y las guías de sus bigotes apuntando al suelo le conferían un cierto aire oriental que quizá recordara más a un mongol que a un chino. También le llamaban “el Naranjero”, porque comercializaba a precios suculentos las naranjas que cultivaba en sus posesiones sevillanas. Inteligente e inflexible, sujeto difícil de contentar, conspirador eficiente y tacaño por naturaleza, muchos investigadores sospechan que los asesinos del general Prim cumplían órdenes suyas, pero fuera o no el cerebro de aquel magnicidio posterior, había gastado mucho dinero en financiar la Gloriosa de septiembre del 68, y cuando su cuñada Isabel huyó por la frontera camino de Francia, ya estaba colocado entre los aspirantes a la Corona sin dueño, exigiendo a los revolucionarios lo suyo y amenazando con menear a sus múltiples y poderosos partidarios si no se respetaban sus peticiones. El duelo a pistola que mantuvo en la dehesa de Carabanchel con el tierno Enrique de Borbón -al que mató de un balazo certero al tercer intento- invalidó por completo sus posibilidades de sentarse en el trono vacío. Y una vez convencido de ello, retiró su concurso y depositó todos sus esfuerzos políticos y económicos en convertir en reina a su mujer, la incolora María Luisa Fernanda, hermana de la depuesta. Tampoco lo logró pero no se dio por satisfecho hasta conseguir que uno de los suyos empuñara cetro. Fue su hija María de las Mercedes, a la que casó con Alfonso XII y fue, por tanto, reina. Efímera, pero reina.
Sospecho que esa misma filosofía es la que ha esgrimido Pablo Iglesias en su inefable negociación con Pedro Sánchez. Ochenta días sin hablar ni una palabra de programa o de concepción de gobierno, exigiendo el uno la cesión gratuita de votos a favor de una causa, y el otro la compensación a base de puestos en el Consejo de ministros y en otros tantos centros de decisión. Finalmente y ante la certeza de que Sánchez no le va a hacer sitio en su gobierno, Iglesias se retira y deposita sus ambiciones políticas en los hombros de su señora, la diputada Irene Montero. Cinco carteras, Montero y Echenique en el equipo, y se acabaron las discusiones. La Historia se repite con carácter irremediable. Y los errores, también.
 

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