Economía

Si hay una reforma fiscal debe ser en serio

Un hombre reposta su vehículo en una gasolinera.
photo_camera Un hombre reposta su vehículo en una gasolinera.
El Gobierno recortará los incentivos fiscales para los planes de pensiones individuales y aumentará los de los colectivos.
Es solo una de las muchas noticias de este tipo que siguen acumulándose en el catálogo de anuncios, que no de medidas, del Ejecutivo que preside Pedro Sánchez. Normal, porque algunos de los anuncios que hace son contradictorios y no se pueden llevar a la práctica de manera simultánea con otros.
Estando España como está -a la deriva- resultaría cómico, si no fuese trágico, ver al Gobierno enredado en si la deducción de los fondos debe pasar de 8.000 euros a 2.000 euros y la de los planes de empleo crecer hasta los 10.000 euros. Porque eso, siendo importante, es irrelevante para un país que precisa una reforma fiscal a fondo, que comprenda las cuotas a la Seguridad Social, que a fin de cuentas también son impuestos, aunque no se les llame así.
Hablemos claro. España no sería viable ni sostenible sin ayuda comunitaria -básicamente del Banco Central Europeo (BCE)-, pero esto no le va a durar toda la vida, lo que obligará al Gobierno -sea éste o el que venga detrás- a hacer una reforma fiscal con mayúsculas. El país no podrá seguir financiándose solo emitiendo deuda y más deuda que compra el BCE. Y si quiere resolver su problema -un problema de todos- o bien ajusta los gastos, o bien recauda más o bien hace un mix razonable con ambas cosas.
Pero eso no se resuelve con los remiendos y parches fiscales con los que sigue jugando este Gobierno, a ver cómo los encaja la gente, a modo de globos-sonda, ni con los dichosos impuestos a los ricos y a Google y Facebook, ni con medidas similares, como si fueran mágicas. No. Todo eso se resolverá con una reforma fiscal a fondo, en serio. Que le toque la cara a Google y a Facebook, por supuesto -ya sea directamente o, mejor aún, a través de Bruselas-, pero que lleve consigo un plan integral de financiación del Estado de bienestar.
Y hacer una reforma fiscal supone coger los cuatro grandes impuestos -en realidad los dos primeros- y ver qué se hace con el IRPF y con el IVA. También, por supuesto, con los impuestos Especiales (gasolinas, tabacos, etcétera) y de Sociedades (por beneficios de las empresas), pero en mucha menor medida, porque donde está realmente el dinero del Estado es en el IRPF -a gran distancia- y después en el IVA.
Hay tantos ministros en este Gobierno que probablemente algunos no lo saben, pero deberían tener presente que España ingresa la mitad –el 50%– de lo que ingresaba por Sociedades en los buenos tiempos, hace poco más de diez años. Tal vez si supieran las claves básicas de la macro alguno y alguna no dirían las tonterías que dicen.
Puede alegarse como disculpa o pretexto para no hacer la reforma fiscal con mayúsculas que no sería oportuno afrontarla en tiempos de pandemia. Es discutible, como todo, pero puede ser razonable. Lo que no lo es, es seguir con parches y globos-sonda que, lejos de tranquilizar al país, desestabilizan a sus agentes económicos y sociales.
Si el Gobierno creía que todos sus males se los iban a arreglar sus socios de la Unión Europea, se ha equivocado. Hay cosas en las que Europa podrá echar una mano -una buena mano- pero hay otras en las que no. Peor aún, si Alemania sigue viendo que en España no se hacen reformas internas -en serio- empezará a presionar al BCE y a la Comisión Europea. Al tiempo.
@J_L_Gome

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