Opinión

Reacciones peripatéticas

Si la Mesa del Parlament catalán ademite a trámite el debate sobe la ley del Referéndum, el presidente del Gob ienro no descarta que ese mismo día, el 16 de agosto se celebre una reunión extraordinaria del Consejo de ministos para valorarel alcance de esa decisión  y adoptar las medidas oportunas. 
Mariano Rajoy, que ya ha comenzado sus vacaciones en Ribadumia, ha dado ayer una muestra de política peripatética no solo porque hiciera este anuncio en un descanso de su paseo matinal sino que, en el sentido aristotélico, ha aplicado la lógica democrática para señalar que "la ley y la democracia no se pueden separar y no se van a separar". Hasta aquí el razonamiento es impecable a pesar de que las autoridades catalana y los partidos independentistas ponen el carro delante de los bueyes y realizan una interpretación bien distinta del ser  de la democracia.
Si se tiene en cuenta que Mariano Rajoy no es Demóstenes no se le puede pedir que, más allá de la repetición de la posición tradicional de todo el Ejecutivo y de los partidos que le apoyan contra el desafío catalán sin ningún tipo de fisuras, PSOE y Ciudadanos, avance nuevas iniciativas. El alto en su caminata no es el lugar adecuado para explayarse sobre ofertas de diálogo o de soluciones al problema territorial existente para cuando fracase la celebración del referéndum secesionista del 1-O. Si acaso para lo dicho, para reafirmar el imperio de la ley por encima de cualquier otra consideración y lanzar una admonición a los dos principales partidos independentistas –PDeCAT y ERC- por su dependencia política de la CUP, cuyos grupos juveniles se dedican a atacar al turismo, la principal industria nacional y generadora de millones de puestos de trabajo.
 Estas reacciones de urgencia, mientras recuperaba el resuello, sí dan lugar, sin embargo a algunas reflexiones de carácter más perogrullesco. "Sin la CUP, todas estas cosas que se están haciendo no se podrían hacer porque no habría votos suficientes", dijo el presidente del Gob ierno. En efecto, esa es la consecuencia de la aplicación de las matemáticas electorales a la política, y el valor que cobran los votos de los patidos minoritarios cuando se necesita su apoyo. La misma sitiuación que ha llevado a su Gobierno a decretar el cierre de la central nuclear de Garoña, porque no cuenta con los votos suficientes para sacar adelante su promesa electoral en el Congreso –en este asunto no tenía el apoyo de su socio vasco-, o a mantener la actividad legislativa bajo mínimos porque se impone la negociación parlamentaria.
A pesar de los buenos datos del paro registado en el mes de julio con un descenso del paro en 27.000 personas, Mariano Rajoy dio muestras de estoicismo, de una alegría contenida porque todavía queda mucho trecho por recorrer aunque el mercado laboral  cada vez se encuentra más cerca de alcanzar los 20 millones de ocupados para 2020 como es su propósito, aunque todavía la precariedad y la temporalidad sea la tónica general  en los nuevos empleos que se generan.
Y preocupación, muchas procupación manifestó Rajoy por la deriva autoritaria de Nicolás Maduro en Venezuela. No es para menos, porque la ‘materia primordial’ es siempre la democracia.  

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