Opinión

Rajoy, en el sanedrín europeo

La participación de Mariano Rajoy en la reunión de líderes europeos convocados por la canciller alemana Angela Merkel para despedir al presidente saliente de Estados Unidos, Barack Obama, en una buena noticia. Junto a la ‘premier’ Teresa May, al presidente francés François Hollande y al reticente primer ministro italiano, Matteo Renzi,  han analizado algunos de los principales problemas en las relaciones internacionales, de los refugiados a la guerra de Siria  al terrorismo del Daesh, y del medio ambiente al mantenimiento de las sanciones a Rusia por el conflicto en el este de Ucrania. Durante su visita Obama ha tratado de tranquilizar a los líderes europeos acerca de que su sucesor mantendrá el vínculo trasatlántico, aunque ya se acepta la posibilidad de que la Unión Europea tendrá que realizar un mayor esfuerzo financiero para garantizar su defensa.
Sería importante que la presencia de Rajoy en cumbres informales europeas que pivotan siempre alrededor de Merkel no sea una anécdota sino una costumbre asentada. Cierto que su ausencia en algunas de las últimas ha estado motivada por la situación de interinidad en la que se ha encontrado durante trescientos días, pero es preciso recordar que cuando mantenía sus plenas funciones no siempre era invitado a este sanedrín de los principales países europeos. El ‘Brexit’ deja un puesto libre en estos pequeños comités que debiera ser ocupado de forma habitual por nuestro país, que asciende en el escalafón entre las primeras potencias económicas de la UE. No obstante, Angela Merkel ha preferido no comprometerse y rechazó realizar una jerarquía de aliados, a pesar de la cercanía ideológica con Mariano Rajoy y los piropos que le dedicó -“el país va por buena senda”-, dado el compromiso reafirmado por el presidente del Gobierno con el compromiso de situar el déficit público dentro de los márgenes establecidos por la UE y el ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schauble.
Las crónicas no refieren si el presidente del Gobierno español le dijo a Merkel como realizará el ajuste de 5.500 millones de euros que se necesitan para llegar al objetivo marcado, dado que todavía no se conoce en nuestro país como piensa resolver esa ecuación de no realizar recortes y cumplir con Bruselas, con la variable de cifrarlo todo a que el aumento de recaudación por la mejoría de la situación económica permita cuadrar las cuentas, y quizá mediante la subida de algún impuesto, aunque se ha comprometido a negociar esta posibilidad con quienes apoyen la cuentas públicas para el año próximo en el que el déficit público debe quedar en el 3,1%.
Desde Moncloa se ha insistido en que esta reunión supone la vuelta de España al tablero internacional con “fuerza e influencia”. No es una mala declaración de principios, si va más allá de una mera afirmación voluntarista, porque el movimiento se demuestra andando, y esas dos condiciones se tienen que concretar en una mayor presencia de representantes  españoles en puestos clave de las instituciones europeas, lograr para nuestro país instituciones y proyectos científicos avanzados que están por asignar y una mayor aportación de ideas y soluciones en los debates pendientes para el fortalecimiento de la Unión Europea. Solo así se podrá abandonar el papel segundón que nos ha tocado representar como consecuencia de la crisis económica.

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