Opinión

Pero ¿quieren que salgamos a tiros?

El clima se adensa, se va haciendo irrespirable, asfixiante. Claro que los principales pirómanos se llaman Quim Torra, que ostenta -detenta- un cargo tan importante como el de molt honorable president de la Generalitat de Catalunya, y Carles Puigdemont, que es quien le facilita el combustible desde Waterloo. Veremos hasta dónde llega este auténtico desafío al Estado a cuenta, tenía que llegar, de la retirada de los lazos amarillos. Si el estallido no es hoy, será mañana, cuando se anuncie la sentencia judicial para los independentistas. Pero no tengamos dudas de que Torra, con el fugado, es el culpable número uno -hay otros- de la inestabilidad en la que se ha situado a Cataluña y, por extensión, a todo el resto de España, donde la involución adquiere proporciones casi tangibles.
Lo peor de todo es que parece que se quiere llegar a una situación en la que la confrontación física pueda ser una de las manifestaciones palpables de la tensión que se vive en las calles catalanas. El chispazo amenaza con llegar en cualquier momento, y créame si le digo que no pretendo dramatizar en absoluto. Ojalá me equivoque, pero estoy convencido de que la estrategia 'indepe', o la de los más locos de ellos, se centra en tensar al máximo estas jornadas previas a las elecciones.
Otros sí lo hacen. Dramatizar, digo. Introducir en un programa electoral, como una de las 'ocurrencias estrella', el legalizar el permiso de armas para todo aquel que carezca de antecedentes penales es una de las insensateces más grandes en el conjunto de esta insensata pre-campaña que nos ha tocado, ay, vivir. Solo nos faltaba que, en el país de la crispación -cierto que más en Barcelona y Madrid que en otros lugares más apacibles a los que los candidatos se van de mítin y de aplauso-, la gente empiece a armarse, en busca de seguridad... o buscando crear una mayor inseguridad, quién sabe. No entiendo cómo quien lanza esta iniciativa no contempla lo que está pasando en otros lugares del mundo en los que adquirir un arma, corta o larga, es mucho más fácil que en España. Claro que quien lanza esta iniciativa, que no es otro que el líder de Vox, Santiago Abascal, se proclama admirador de quien es en la práctica el alma del 'club del rifle' americano, o sea, Donald Trump, y con eso ya está casi todo dicho. Que una cosa es la caza, señor Abascal, y otra, muy distinta, lo que usted está sugiriendo.
Celebraría que este partido, sin duda emergente en las preferencias de un sector del electorado, reconsiderase al menos esta propuesta, ya que parece que otras, que me parecen también bastante desafortunadas, están en su ADN. España es país en el que las armas hablaron en demasía años y eso permanece aún, ocho décadas después, lastrando nuestras conciencias y pesando en nuestros corazones y en nuestros cerebros. Serenidad y menos disparates. Eso es lo que necesitamos.

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