Opinión

Quien tiene un amigo…

Vivimos en una sociedad enferma de frivolidad que ha conseguido empobrecer y abaratar los términos más nobles de tanto aplicarlos sin sentido ni mesura. Abusa de ellos carente de respeto, los malinterpreta, los estruja, los machaca y  los deja hechos unos zorros. Por ejemplo, todo lo que se refiere a la amistad, un enorme tesoro que en los tiempos que vivimos ha perdido por completo no solo el sentido –que ya es grave- sino el sentimiento que es algo más grave todavía, convirtiendo aquello que tiene que ver en aquel otrora exclusivo territorio en una humareda vacía y carente de sentido, muy apta -como casi todo lo que hoy empleamos- para usar y tirar.
Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro y así era antiguamente cuando los caballeros y las damas tenían en la amistad su más profunda confianza y respetaban con devoción las condiciones que definían este inviolable territorio. Los amigos eran pocos pero de plena disposición, firmes, honestos y dispuestos a demostrarlo en todas las condiciones. Hoy, cualquiera es amigo de cualquiera y nadie se recata de elevar un puntual conocimiento al rango de la amistad más profunda y duradera. “Fulanito y yo somos íntimos”, “no te preocupes que ese es muy amigo mío”, “somos como hermanas”, frases hechas que se repiten hasta la saciedad y se desvirtúan hasta el punto de haber convertido uno de los más nobles y generosos comportamientos humanos en una filfa sujeta a conveniencias cuando no cosas peores. En nombre de la amistad se han llevado a cabo negocietes de la peor ralea con intercambio de favores y notables enriquecimientos. Desgraciadamente las llamadas puertas giratorias están que echan humo también ahora, y todos los múltiples y jugosos solomillos que ofrece la Administración con sueldos de hasta medio millón de euros al año, se han cubierto a base de amiguetes. Momios para agradecer servicios que van de Red Eléctrica a AENA, de Loterías a Adif, de la administración única de RTVE a Puertos del Estado. O Renfe, Navantia, Tragsa, Correos e incluso  una llamada Empresa Nacional de Uranio-Industrias Avanzadas que la ha tocado en suerte a un funcionario de la Generalitat de Valencia que se licenció en Filosofía y Letras y que va a ganar 210.000 euros al año. O sea, lo de siempre.

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