Opinión

Puigdemont el simbólico

Un diario de información nacional colocaba este viernes en los circuitos informativos el equívoco mensaje de que el Gobierno estaría dispuesto a tolerar el simbolismo que los independentistas quieren adjudicar al expresidente de la Generalitat.
El mensaje sugiere que, tras un imaginado e inconfesable pacto previo con los pertinaces agitadores del "procès", Moncloa les habría dado luz verde para coronar a Puigdemont y revestirle con una capa de armiño si la cosa no pasa de ahí.
Qué disparate ¿De dónde ha salido el absurdo de que el Gobierno pueda interferir en una fiesta privada? Moncloa manda mucho pero no tiene derecho a escribir el guión de una fiesta de carnaval. Por tanto, ni tolera ni deja de tolerar que a Puigdemont le quieran nombrar "reina madre" fuera del boletín oficial. Si carece de efectos administrativos, si no se costea con dinero público, si no interfiere en el funcionamiento de las instituciones, hasta pueden darle el título de "mesas prometido" ¿Y qué?
Si no es más que eso, lo simbólico no tiene efectos políticos. Ni judiciales, claro. Lo que si hará el juez es extender a los dirigentes independentistas las consecuencias del comportamiento de su emblemático líder. Quiero decir que, al entender el juez que el supuesto delictivo que se imputa a algunos de ellos es grupal y concertado (la conspiración es cosa de varios), la conducta del máximo responsable repercute sobre los demás a la hora de dictar una medida cautelar, como la prisión provisional, la excarcelación en su caso, los permisos penitenciarios, etc.
Sobre dos criterios: reiteración delictiva y peligro de fuga. Los dos cuelgan iequívocamente de Puigdemont. Así que los dos gravitan sobre los ya están empapelados y los que pueden estar en días o semanas venideros, pues la investigación no esta en absoluto cerrada.
Los dirigentes de ERC y del PDeCAT lo saben. Y de ahí que la primera condición del presidente del Parlament, Roger Torrent (ERC) para integrar al expresident en el desbloqueo de la situación es que no tenga consecuencias judiciales. En otras palabras, que no de motivo al juez Llarena para poner a nuevos dirigentes en peligro de inhabilitación o cárcel.
Ahí seguimos. A la espera de que el independentismo quiera abrazar el olvidado principio de realidad, según la sensata apelación del líder de los socialistas catalanes, Miquel Iceta. Bastaría con que el presidente del Parlament se tomara realmente en serio lo que suele decir en declaraciones públicas:
Sostiene que lo importe es volver cuanto antes a la política de las cosas con gobernantes sin cuentas pendientes en los tribunales, dejar atrás el 155 y no insistir en vías unilaterales que no han traído mas que desgracias.

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