Opinión

Por un Arlington 'a la española'

La campaña, ya plenamente en marcha, claro, se internacionaliza: Pedro Sánchez recibe a los líderes socialistas europeos, encabezados por Jeremy Corbin, y la 'emergente' Arrimadas se nos marcha a Waterloo, a lanzar, supongo, un mitin a la puerta de la `embajada`, ejem, en la que habita Puigdemont en la histórica localidad belga donde se produjo la definitiva derrota de Napoleón. Quim Torra y el ex lehendakari Ibarretxe, el hombre que estuvo a punto de conducir al País Vasco hacia el desastre, rememoran el exilio de Companys y José Antonio Aguirre, mientras el presidente del Gobierno central viaja este domingo a Montauban, Colliure y Argeles para homenajear a dos figuras del exilio republicano, Machado y Azaña. Así, vemos que, dentro y fuera de nuestro país, las tumbas, incluyendo, claro, la de Franco, están muy presentes en esta desenfrenada carrera hacia las urnas.
Más allá de esta maratón preelectoral, creo que cada día se evidencia como más necesaria una reconciliación de España con su pasado. Que los huesos de gloriosos nombres insertos en nuestra Historia descansen en cementerios franceses porque esos hombres y mujeres hubieron de morir fuera de su país resulta casi escandaloso: Antonio Machado, Manuel Azaña, Companys o el ex lehendakari Aguirre, por poner apenas unos ejemplos de actualidad estos días, deberían reposar en suelo catalán, vasco, madrileño, sevillano... un inmenso, disperso, Arlington 'a la española', porque en nuestro país no cabe ya unificar los recuerdos de todos en un solo sitio, qué le vamos a hacer.
Pero todos en suelo español, en todo caso, compartiendo ese 'Arlington a la española' con los restos de vencedores y vencidos muertos en la guerra civil, o después de ella, que Franco se encargó también de nutrir los cementerios en los tristísimos años posteriores a la contienda fratricida. No puede ser que nuestros muertos —y Companys y Aguirre, como tantos otros, son 'nuestros' muertos— sean objeto de enfrentamientos entre los vivos, como pretenden Torra e Ibarretxe, equiparando a los ilustres exiliados con el no tan ilustre fugado de Waterloo. Ni puede ser tampoco que los protagonistas de la memoria histórica sean utilizados para lucimiento preelectoral de tal o cual candidato. Y conste que estoy dispuesto a calificar lo de Sánchez este domingo en Montauban como una buena idea... siempre y cuando no se quede en una mera visita con cámaras y micros a un mes de unas elecciones en las que `el resistente` se lo juega todo. Los restos de Machado y Azaña, y los de otros muchos, han de regresar a España: pídaselo a Macron. Y punto.
¿Y Franco? ¿Puede Franco compartir ese 'Arlington a la española', puede el Valle de los Caídos convertirse en algo parecido a un monumento a la reconciliación semejante al cementerio de Virginia? Pues claro que no. Y conste que siempre consideré inoportuna y electorera la iniciativa, que tan mal le está saliendo al Gobierno socialista, de urgir la exhumación de quien fue llamado el Generalísimo, una exhumación que, en todo caso, a mí, personalmente, me parece conveniente y deseable. Cuando toque.
Ignoro si el Vaticano de verdad está presionando —como sugiere La Moncloa— al contumaz prior Santiago Cantera a facilitar la exhumación del dictador bajo su losa en Cuelgamuros. Creo, en todo caso, que la relación entre la Santa Sede y el Gobierno español se está envenenando a cuenta de este 'affaire', merced a una desafortunada gestión de la vicepresidenta Calvo. Pero, desde luego, el hombre que, tras una contienda feroz, mandó fusilar a miles de vencidos entre 1939 y 1943 creo que no merece compartir el mismo descanso eterno con los demás. Que no digo yo que Franco haya de sufrir un destierro póstumo: entiérresele en El Pardo, con todos los honores que su familia y sus escasos nostálgicos quieran, y avancemos en el abrazo histórico, que ya va siendo hora.
Ese 'Arlington a la española' puede estar disperso en varios camposantos, a salvo de los energúmenos que profanan las tumbas con la piqueta o con el spray. Cementerios en Cataluña, en Euskadi, en Madrid, pero cementerios que sean símbolo de reconciliación, de abrazo. Porque cómo pensar en el acuerdo entre los vivos si no empezamos por reconciliarnos con nuestros muertos. Aprendan del caso del general que fue apeado de su poder en Waterloo, hoy enterrado, con todos los honores, en el palacio parisino de los Inválidos: todo un apretón de manos con la Historia. Pero eso, claro, ocurre en Francia.

Te puede interesar