Opinión

Por defender a la víctima

Pues, dilecta leyente, la supongo informada de ese “sucedido” en Valencia, en donde un hombre de 48 años recibió una brutal paliza por parte de cuatro jóvenes por alertar a una señora de que aquéllos estaban hablando de violar a su niña de 7 años. Por realizar este hecho, los bellacos le agredieron con botellas rotas con las que le produjeron diversos cortes, incluso le golpearon con una valla, teniendo que ser trasladado, con urgencia, en ambulancia, al hospital.
Los bandarras están acusados de los delitos de lesiones, contra la libertad sexual, daños y amenazas, siendo puestos en libertad con medidas cautelares; mientras, el agredido se recupera de las heridas sufridas y madre e hija están encerradas en su casa, por si los malparidos deciden cumplir sus amenazas; y el ciudadano de la calle no entiende que te “vayas preso” si escribes una canción o escribes un twitt, mientras que si pasas a los hechos te vas para tu casita a jugar con la Play.
Algunos se preguntan si las víctimas están suficientemente protegidas en este país con una legislación tan garantista y si compensa salir en defensa de las víctimas; cuando, hasta hace poco, el acoso escolar era simplemente “cosa de niños” y tampoco había que meterse en las bullas familiares: “Entre primos y hermanos no metas las manos”. Así que a niños y mujeres, como los más débiles, les tocaba sufrir en silencio.
Respecto al primer aspecto, al menos en la violencia machista, tema tan de actualidad, el número de muertas no parece un buen indicador de la seguridad que gozan. En cuanto a lo segundo, los testigos no parece que disfruten del reconocimiento legal ni social que se merecen, perdiendo, muchas veces, tiempo y dinero por su colaboración con la Justicia. Como usted dice: “Parece que hubiera que ser inmigrante ilegal para que se te reconozca la heroicidad”, aunque  admitirá que haya veces que bien se lo merezcan, como pasó en Francia recientemente, con Mamoudou Gassama, el cual, a lo Spiderman, salvó a un niño, colgado del balcón de un cuarto piso, o Ayman Latrous, que salvó a dos niños de un incendio, mientras el resto de los gabachos se limitaban a mirar acongojados. 
Cuando, además, te conviertes en un defensor de la víctima, lo tienes más crudo. Aparte de los sufrimientos físicos que te puede acarrear, encima te puedes ver involucrado en un delito de lesiones al agresor, si el juzgador entiende que te has pasado en la legítima defensa; siendo que muchas veces el agresor de la mujer se encara contigo; sin contar las veces que la agredida se vuelve a favor de su agresor y te deja a los pies de los caballos. Por el contrario, si no intervienes, te puedes ver incluso en un delito de Omisión del deber de socorro o de Impedir determinados delitos.
Estoy de acuerdo con usted, dilecta, en que estos dignos ciudadanos, además del merecido reconocimiento social, que no siempre tienen, deberían legalmente adquirir la consideración de agentes de la autoridad, a efectos de protección jurídica, cuando actúan supliendo las funciones de aquellos.

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