Opinión

Perón qué grande que sos

Hace años, cuando visité Argentina, pregunté al final de una cena a la que fui invitado, qué era en realidad el peronismo y cómo era posible que, ya doblado el cabo del milenio, estuviera todavía en activo. Nadie de los allí presentes supo darme una respuesta a ambas cuestiones que me convenciera. Recordaba yo por entonces a mi padre, al que un amigo médico como él, le pidió encarecidamente que le echara un vistazo al tobillo de la actriz Ava Gardner, magullado al parecer en una de aquellas sonoras francachelas con las que la artista americana solía  beberse las noches de Madrid a tragos para ser rescatada con frecuencia y vuelta a su residencia  de El Viso por el camión de la basura. Ava y el general Perón eran vecinos de vivienda, y alguien le contó a mi padre cuando volvía con los ojos en blanco de contemplar el tobillo de aquella belleza despampanante, que ella le tiraba a la cabeza las botellas vacías de ginebra desde su terraza y le llamaba viejo cabrón fascista, y él se presentó en su puerta más de una vez, colérico ante el escándalo, con un revolver Colt 45 en la mano. Le contaron también que quien abría la puerta era Carlitos Larrañaga.
Perón es una figura tan ambigua y tan grotesca que no resulta sencillo averiguar cómo puede haberse perpetuado en el corazón de los argentinos encarnando una opción emparentada con la izquierda y algunos casos, con las izquierdas más radicales. Perón era un general con aspecto de espadón decimonónico, chato de morro y pelo pintado, que tenía la momia de su primera esposa en casa mientras convivía con la segunda, cuya afición más prominente era el esoterismo cuyos ritos dirigía el gurú de aquella panda abominable llamado López Rega. María Estela llegó a ser presidenta de Argentina ya viuda, con el brujo López Rega de ideólogo, hasta que todo acabó con la presidenta huyendo por los tejados perseguida por los milicos, que la detuvieron y la encarcelaron. Aquella comedia bárbara terminó con la viuda del general en la cárcel y luego de nuevo en Madrid donde hoy debe seguir residiendo todavía.
Por tanto, sospecho que lo de Fernández y Fernández es otra mascarada más en este caos que el peronismo acarrea como una mochila a la espalda durante toda su historia,  comenzando por la figura incalificable  de su fundador.  Algo así como si aquí Franco siguiera presente, y gobernara la Falange. Y que fueran además de inspiración comunista. Una cosa de locos. Perón, qué grande sos, viejo 

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