Opinión

El pasado también se nos ha caído encima

Comprendo que en estos momentos de otras prioridades informativas, en los que los noticiarios se llenan, ay, de muertos, la desaparición de personajes que marcaron la Transición, como Landelino Lavilla, Enrique Múgica, Carlos Seco Serrano, Antonio Carro o Eduardo Cierco -y seguro que me dejo a varios- no haya tenido la plena repercusión que sus fallecimientos merecían. Eran de los pocos referentes que nos van quedado de unos tiempos que han presidido el espíritu de la política española -sí, también Antonio Carro, el último ministro de la Presidencia de Franco- durante los últimos cuarenta años. Un espíritu dominado por el ansia de entendimiento entre las dos eternas Españas machadianas. Un espíritu que, nos lo vienen a recordar también las muertes de los citados, ha saltado por los aires, hecho añicos. Otra época. Ya, 'del 78' no queda nada.

Escribo pensando, claro está, en la polémica sobre la revitalización de aquellos pactos de La Moncloa, de 1977, en cuya fotografía oficial aún nos quedan vivos Miquel Roca y Felipe González y, en la trastienda, fuera de foco, pero con papel importante, Nicolás Redondo, Rodolfo Martín Villa y Miguel Herrero de Miñón. Quizá olvido, perdón, a alguno (s). Ya ni aquel que dio nombre a toda una época, el 'juancarlismo', nos sirve de referente: su propio hijo, en un acto de coraje, se ha desmarcado de algunas actividades, indignas de un jefe del Estado, que fueron propiciadas por su padre.

Negarse a ver la urgencia de este acuerdo, y reconozco que el propio personaje que lanzó la idea parece ser quien más hace por boicotearla, es miope: si me preocupa la prepotencia y mal talante de Pedro Sánchez a la hora del pacto, no me inquieta menos que el líder de la oposición, en quien veo muchas cualidades políticas, se nos descuelgue diciendo que ahora no es preciso un tal pacto, sino, en todo caso, una vez vencida la pandemia.

Entonces ya será irremisiblemente tarde, señor Casado; es ahora cuando hay que dar confianza a los ciudadanos. Es ahora cuando hay que recuperar aquel espíritu que Múgica, Lavilal y los demás representaron.
Lamento no escuchar con mayor frecuencia las opiniones de los próceres vivos citados, y de otros, acerca de la posible repetición de 'aquello'. Porque tenemos que volver a la idea de una segunda Transición. Mucho más dura, realista y ajustada que aquella. Son otras las circunstancias, otros los personajes, otra es Europa y otro el mundo. Pero de lo que no cabe duda es de que es absolutamente necesario un acuerdo ya, llámese de La Moncloa, de Génova, de Ferraz o de donde se quiera, que dé luz a unos Presupuestos consensuados 'de guerra' (ya nos ha dicho hasta Luis de Guindos que de esta salimos como de la guerra civil, en 1939). Y cree una plataforma económica, política, social y moral que nos permita sacar la cabeza de las aguas turbulentas en las que temo que vamos a vivir una temporada.

Seguro que Múgica y Landelino Lavilla, a los que tan bien conocí y tanto aprecié, y el resto de los ilustres nombres que hemos perdido estos días, pedirían a gritos un 'espíritu del 2020' que igualase, o hasta mejorase, a aquel del 78, que en paz descanse.

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