JAVIER REVERTE Escritor, habló sobre Pedro Páez, descubridor del Nilo Azul

"Páez fue aventurero, misionero y un hombre de acción en un país misterioso"

Javier Reverte, ayer en el colegio Jesuitas.
photo_camera Javier Reverte, ayer en el colegio Jesuitas.

Viajero incansable y escritor de éxito, Javier Reverte estuvo ayer en el colegio Apóstol Santiago de Vigo para hablar sobre Pedro Páez, el jesuita español que descubrió las fuentes del Nilo Azul, en Etiopía.

El propio Reverte conoce de primera mano el lago donde nace el brazo más corto del río africano, pero también el que más agua y limo fertilizante lleva. El acto coincide con en el inicio de la Semana Ignaciana, durante el que el colegio vigués potencia su identidad y da a conocer algunas de las figuras más emblemáticas en la historia (casi 500 años) de la Compañía de Jesús.


“Fue un aventurero, un misionero, un investigador y un hombre de acción que apareció en el siglo XVII en Etiopía, el país más misterioso de África y una isla cristiana en medio de un océano islámico", explicó Javier Reverte. Destacó que " fue capaz de convertir a dos emperadores al cristianismo”. Desde hace años reivindica la figura de Pedro Páez, cuya historia narró su en el libro “Dios, el diablo y la aventura”, donde vuelve sobre el Nilo, un río que ya ha recorrido.


Pedro Páez (Olmeda de las Fuentes, 1564) fue el primer europeo en beber café y en documentarlo.  Ingresó en la Compañía de Jesús en 1582 y en 1588 fue ordenado sacerdote en Goa. De allí partió en su primer viaje a Etiopía, con Antonio de Montserrat. Fueron apresados y pasaron siete años de cautiverio en condiciones durísimas. Felipe II ordenó que se pagara su rescate. Tras ser liberados volvieron a Goa. Pedro Páez por fin consiguió llegar en 1603 a Etiopía donde, por su capacidad de aprendizaje de la lengua y cultura etíopes, sus enormes dotes pastorales y su personalidad, ganó el corazón de todo un pueblo. Su fino sentido diplomático y simpatía espontánea, así como una impecable formación como arquitecto y políglota, le llevó a ser amigo y consejero de los emperadores Za Dengel y Susinios, a los que convirtió al catolicismo, logrando así la alianza con Roma y España. Pasó 19 años en Etiopía, fue asesor personal de Susinios, construyó una iglesia y un palacio de dos plantas a la orilla del lago Tana. En Yemen aprendió persa y árabe, después las lenguas etíopes, el amárico y el gue'ez, idioma de los textos sagrados. Escribió en amárico dos libros de religión, un diccionario, una gramática, tradujo un catecismo para los niños y una Historia de Etiopía, elaborada con criterios científicos. 

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