Celta

Otro partido que había que ganar

Los jugadores del Celta se abrazan al final del partido celebrando otra victoria fundamental en el camino de la permanencia.
photo_camera Los jugadores del Celta se abrazan al final del partido celebrando otra victoria fundamental en el camino de la permanencia.

Vence al Girona (2-1) y empieza una semana clave con más distancia del descenso. Buen juego y tercera victoria seguida en Balaídos con goles de Boufal y Aspas, que lleva seis  en cuatro partidos. El celtismo se movilizó de nuevo con un apoyo ejemplar al equipo.

Los partidos que hay que ganar. Cuando las victorias escasean a lo largo de una temporada, hay algunas imprescindibles. Son días señalados, marcados en el ánimo de los aficionados y en las cabezas de los fubolistas. Se eligen las batallas para levantar la barricada de seguridad. Y en eso está el Celta, que ayer volvía a comenzar un encuentro desde puesto de descenso y con un rival directo delante. Un Girona al que unir al grupo de inquietos. Y con esa inquietud mayor que da el venir de estar tranquilo y ponerse de los nervios justo cuando peor sienta. La historia acabó bien para los célticos. Tercera victoria seguida en casa y de nuevo fuera de las tres últimas plazas. Un respiro.
Al equipo celeste se le empujó ayer desde fuera. Salió del vestuario como si surgiese entre la niebla de las bengalas. Con arrestos renovados. Con la confianza que otorgan las dos últimas victorias en casa en partidos que también había que ganar. Y con el halo de invulnerabilidad ficticia que ogtorga ver a tu lado a Iago Aspas.
Fue una puesta en escena, esperanzadora. No del nivel de aquel ya lejano choque ante el Valladolid pero con esa misma sensación de sentirse superior al rival porque era necesario sentirse así. Las combinaciones surgían. Boufal y Boudebouz hablan el mismo idioma futbolístico y se buscan aunque juegue cada uno en una banda, dando la tan valorada creatividad entre las líneas rivales. Olaza llega para centrar en busca de su compatriota Maxi Gómez. Hugo Mallo sabe lo que va a hacer Aspas antes de que el propio moañés lo sepa. Y si a los duetos se une la intensidad de Okay y Lobotka en el centro del campo, miel sobre hojuelas. Los dos galos y el ariete uruguayo pudieron marcar en el primer cuarto de hora. Pero no lo hicieron.

Más equilibrio
Poco a poco, el Girona fue ajustándose. Molestó su presión alta cuando tocaba sacar de puerta, obligando a unos balones largos sin demasiada productividad. Y, sobre todo, tiró de la calidad de Stuani para el juego de espaldas. El delantero uruguayo ganó casi todos los duelos a los centrales celestes en el centro del campo para bajar balones y dar opción a sus más menudos compañeros a crear algo. Poco, es cierto, pero algo. Las ocasiones seguían siendo terreno local. De hecho, Maxi tuvo un cabezazo franco tras una acción de Aspas y Boudebouz, pero cruzó demasiado el balón.
El partido seguía su curso, con un Girona intentando alejar el juego de su mitad del campo. Y de una acción de presión alta visitante nació el gol local. Okay libró por un milímetro una peligrosa pérdida al borde del área propia y la transición celeste fue feliz: Boufal desbordó y puso un centro al corazón del área, donde Aspas marcó.
El gol dio poso al Celta. Quiso tener el balón y manejarlo. Sin prisa  por llegar a ninguna parte. Con control. Del que sólo se escapó Stuani una vez, suficiente para rematar en el segundo palo un buen centro desde la derecha. Por fortuna, demasiado cruzado.
Se retiraban del campo al descanso Eusebio Sacristán  y Juan Carlos Andrés hablando. Les hacía falta cambiar. Y no dudaron en realizar dos sustituciones para pasar a jugar con tres centrales. No dio demasiado tiempo a ver si la apuesta era acertada. Tras una leve lesión de Okay que detuvo el partido unos segundos, el Girona sorprendió en una acción rápida culminada con un gran remate en giro de Portu. Gol visitante con intriga del VAR, que tardó cinco minutos en refrendarlo, vía pantallazo del árbitro principal.
Todo cambió en nada. El optimismo amenaza con transmutarse en temor. No en vano, había mucho en juego. El Girona se quiso sentir seguro con sus tres centrales y dos pivotes. Y lo cierto es que costaba acercarse a Bono. Sólo lo encontró un cabezazo demasiado centrado de Maxi a centro de Olaza.
Era cuestión de insistir, de no desfallecer. De seguir moviendo el balón de lado a lado y recuperarlo en cuanto el Girona lo pescaba. En esa tarea rozó la excelencia un ubicuo Okay, que fue quien interceptó un balón en banda derecha que acabaría llegando a Boufal para que el francés recortase hacia dentro y encontrase la red con un gran derechazo. Un tanto de bella factura, un gol de una trascendencia enorme, algo que todavía no había encontrado esta temporada el jugador cedido por el Southamptom.
Quedaban por delante 22 minutos de tiempo reglamentario y todo el añadido que provocaría la actuación del VAR en el tanto visitante. El Celta se aprestó a intentar cerrar el partido al contragolpe mientras el Girona pasaba a controlar el balón, incrementando la presencia de efectivos cerca del área celeste y apostando por los centros laterales. Y, como el equipo vigués no supo matar el duelo, los pupilos de Eusebio Sacristán disfrutaron de dos ocasiones en un tiempo de descuento agónico. El partido que había que ganar se ganó. Faltan, al menos, dos más.n

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