Opinión

Nunca en domingo

Este año, se cumple el décimo aniversario del fallecimiento de Jules Dassin, a los 96 años, que escribió el guion, dirigió y actuó en la película del mismo nombre que ganó el primer premio a la mejor película en el festival de Cannes en 1960. Es la historia de una prostituta alegre y dicharachera llamada Ilya, que ejerce en el puerto de Pireus, Grecia y todos los domingos invita a sus clientes del pueblo a una comilona en su casa. Un día llega Homer Thrace (Dassin), un americano que pretende ser un filósofo aficionado, en busca ‘de la verdad’ en la Grecia que él considera en decadencia lejos de la grandeza de sus filósofos de antaño como Sócrates y Aristóteles. Conoce a Ilya en un bar y ve en ella el ejemplo de la perdición y decide educarla y salvarla de lo que él considera la representación de todo lo malo de la Grecia moderna (1960). El papel de Ilya la interpreta la fantástica actriz Melina Mercuri que posteriormente de casó con Jules. Un matrimonio que duró 30 años hasta la muerte de ella en 1994. Además, Melina volvió a Grecia junto con su marido y se involucró en la política, primero en la lucha contra la dictadura militar y luego en recuperar los famosos ‘Mármoles de Elgin’ que estaban en el museo británico de Londres. Llego a ser ministra de cultura en el gobierno de 1981. En su memoria se le erigió una escultura en mármol que se puede visitar hoy en una pequeña plaza en Atenas. Volviendo a la película, que podría considerarse un paralelo a ‘Pretty Woman’ con Julia Roberts, la vi durante mi luna de miel en Santiago Chile con mi mujer - la gallega - que vio por primera vez una película en versión original con subtítulos, además de un pequeño ‘shock’ al tratarse de un tema probablemente prohibido en España durante la dictadura. Visité Grecia por primera vez con mi familia en los años 70 durante unas vacaciones disfrutando de unos días en Atenas y una semana en la remota isla de Astipalea. No existía un ferry y viajamos en un antiguo barco de pasajeros lleno de griegos que volvían a su ‘pueblo’. A posteriori, ya como ejecutivo internacional de una multinacional americana tuve la oportunidad de volver (los 80) a este encantador país como bien descubrió Jules Dassin, lleno de vida y alegría. Por estar muy al este de Estados Unidos, programaba mi viaje para llegar el día anterior con las reuniones al día siguiente por la mañana el resto del tiempo dedicado al ocio. Primero en Pireus y por la noche en Atenas. Una buena cena de pulpo a la plancha y souvlakis - pinchos asados - en un furrancho y acabar con un café y ouzo en la plaza de la Constitución, escuchando los músicos callejeros tocando temas de la película y las de ‘Zorba el Griego’ de los famosos compositores Mano Hatzidakis y Mikis Theodorakis respectivamente. Pero la Grecia de hoy (siglo XXI) es otra cosa. Llegó la época de entrar en la Unión Europea. Comenzaron los famosos fondos europeos y los griegos se volvieron locos en gastos públicos que terminó con el país en completa banca rota y la inevitable intervención de los ‘hombres de negro’. El resto es historia. Lo curioso es, volviendo a la película, el comentario y la pregunta que le hace el personaje Homer a su amigo el Capitán, un griego que habla inglés. ‘¿Cómo ha degenerado un país que era el símbolo de la cultura y la felicidad del mundo?’ ¡Vuelvo a recordar que era el año 1960!

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