Opinión

Nuestros vecinos

Como ocurre en la mayoría de las ciudades, donde existen comunidades de vecinos, solemos conocer a la mayoría gracias a la convivencia, hasta diría forzosa de vivir en armonía en un sociedad civilizada y democrática. Siempre habrá diferencias y roces, pero la ley de propiedad horizontal, una de las más antiguas del país determina las normas y establece reglas como elecciones anuales para elegir la junta directiva y aprobar presupuestos acordados en una asamblea general. En lo personal, conocemos a la mayoría, pero normalmente nos hacemos amigos con algunos más que con otros. Es la naturaleza humana. En otro aspecto, a lo mejor sabemos que el del 5º es un abogado soltero, o quizás los del 2º son un matrimonio que volvieron de Venezuela ya jubilados pero los detalles íntimos de la vida que llevan o habrán llevado son muy pocos. 
Cada vecino/a o vecinos/as es un mundo aparte. Por eso nos sorprenderíamos si un día nos enteramos que un vecino se ha presentado como candidato político u otro aparece en la prensa como un machista acusado de violencia de genero. Hay de todo. Pero en otras ocasiones tristes, cuando un comunero fallece, aunque sabíamos algo sobre su vida, los detalles florecen y pueden sorprender a todo el vecindario. Es el caso de Marco de Cesaro, vecino mío que falleció este miércoles a los 98 años y era conocido en Vigo como el ‘heladero italiano’ que, junto a su esposa Alma Bona abrieron las famosas heladerías ‘Capri’ que aún siguen con su exquisita elaboración de helados para todos los gustos. Recuerdo personalmente a Don Marco porque durante los últimos años de su vida, ya jubilado bajaba a la jamonería del barrio para no perderse su vinito y pincho de todos los días. Siempre amable, tranquilo, respetuoso y querido por todos. 
Pero como he mencionado en esta nota no fue hasta que me entere de que nos había dejado que investigue la historia de nuestro vecino y lo que descubrí era para escribir una novela, y no hablemos de un posible guion de película. ¡Fascinante!  Nació en Igne, un pequeño pueblo a unos 10 kilómetros de Venecia. Con 20 años participó en II Guerra Mundial en el ejército italiano y fue prisionero de guerra en un campo de concentración alemán. Pero Italia, al ser derrotado cambio de bando a luchar con los aliados. Marco paso a trabajar como prisionero, pero del otro lado. Después de la guerra, volvió a su pueblo, conoce y se casa con Alma su mujer de toda la vida. Crea una empresa de transporte, pero no prosperó y quebró. Resulta que otros familiares cercanos habían comenzado un negocio de fabricación de helados y el joven matrimonio decidió unirse, pero con una idea de internacionalizar la misma. Las recetas variopintas de gustos de todo tipo eran únicas en la época. Hubo mucha emigración hacia Alemania después de la guerra, pero Marco tenía un tío en San Sebastián que le sugirió que viniera a España además de la suerte que un primo que ya estaba establecido en Coruña. En mayo de 1956 la pareja, junto con sus dos hijos, Avia y Giacomo llegaron por fin a Vigo y abrieron el primer establecimiento en la calle Carral. 
Al principio fue duro para poder establecer un producto poco conocido que era los ‘helados italianos’. El negocio no ha hecho más que crecer. En 1982 se abrió otra heladería en la Plaza de Compostela. Su hijo Carlo decide, en 1992 probar fortuna en Alemania, pero, supongo por nostalgia, vuelve a Vigo en 2004, coge las riendas y moderniza el negocio. Estoy seguro que San Pedro en estos momentos está saboreando un buen helado italiano. QEPD.

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