VIGO

"Nos han abandonado a nuestra suerte"

Tres detalles del aspecto que presentaba ayer el pabellón 9.4 del Instituto Ferial de Madrid, con camas y las bandejas de comida en el suelo.
photo_camera Tres detalles del aspecto que presentaba ayer el pabellón 9.4 del Instituto Ferial de Madrid, con camas y las bandejas de comida en el suelo.
Unas cinco mil personas, entre ellas María José, la madre de una trabajadora de Povisa, se hacinan en el Ifema sin apenas medios sanitarios e higiénicos. "Es ley de supervivencia pura y dura. Sobrevive el fuerte", afirma.

 La pandemia de coronavirus se extiende como la pólvora por toda España, pero en Madrid ha tomado ya proporciones devastadoras. Con los hospitales saturados de pacientes por el Covid-19 y el resto de las enfermedades, el Gobierno decidió convertir el Instituto Ferial de Madrid (Ifema) en un enorme centro médico para tratar los casos menos graves, pero la experiencia en estos primeros días de funcionamiento está siendo angustiosa para los enfermos que han sido trasladados allí desde diferentes lugares de la comunidad autónoma. Unas cinco mil personas se hacinan en camastros en el pabellón 9.4 del Ifema, entre ellas María José, madre de Miriam, una trabajadora de Povisa.

"Nos han abandonado a nuestra suerte", resume esta mujer, profesional también del sector sanitario y que asegura que "lo nuestro es ley de supervivencia pura y dura. Aquí el que es fuerte tira para adelante y el que no, se queda por el camino o no sabemos".

Residente en Fuenlabrada, María José perdió el pasado día 15 a su padre por coronavirus y, poco después, su marido cayó también enfermo y fue trasladado a la clínica Navarro, donde todavía se encuentra. Cinco días más tarde, ella misma acudió a su médico de cabecera para recibir los resultados de una placa. "La doctora vio que tenía los dos pulmones tocados. Me dijo que fuera inmediatamente al hospital de Fuenlabrada y allí me quedé 48 horas sentada en una silla de las Urgencias y las enfermeras dándome medicación que no me habían puesto. A los dos días me subieron a un gimnasio que habilitaron en el propio hospital y me sentaron en un sillón. Y allí estuve otros dos días, hasta que me trajeron aquí", explica en su convalecencia la paciente, que desde su llegada al lfema ha visto situaciones dramáticas: "Llegué a las nueve de la noche y no nos dieron de cenar, ni nos dieron la medicación hasta las dos y media de la madrugada porque, por más que reclamábamos a las enfermeras, nos decían que ellas estaban desbordadas, que esto lo acababan de montar y no había de nada".

Pronto comprobó que las enfermeras no mentían al decir que no había nada, salvo los camastros en los que se recogen los enfermos y "dos baños de caseta de obra. No tenemos toallas, ni camisones, ni jabón, cuando se supone que tenemos que lavarnos las manos. Yo voy a llamar ahora a mi hijo para que me traiga jabón y una toalla o lo que sea. Es horrible", explica María José, que continúa detallando las carencias que ha encontrado en el pabellón del Ifema: "a las doce y media (de la noche) hice fiebre y para que me pusieran un analgésico intravenoso tuve que estar aquí medio muerta, vomitando, quejándome... Al final me lo pusieron. Ahora acaba de pasar la doctora y me dice que conforme estoy saturando, que seguramente en dos o tres días me voy a casa, pero ¿cómo me voy a ir a casa si tengo una neumonía bilateral? Luego, encima, me ponen la medicación de los retrovirales y soy alérgica, entonces me los han quitado. No me están tratando con retrovirales".

Tras pasar una pésima noche, la pesadilla continuó ayer por la mañana en el Instituto Ferial madrileño. "Esta mañana nos han traído el desayuno, un vaso de leche fría, y no había galletas para mí. Al final han conseguido un paquete, que me lo han tirado en la bandeja, y me las he comido como he podido. Hay gente aquí que no tiene nada de empatía y lo único que dicen es que tengamos paciencia, pero a mí se me está agotando", señala María José, que critica también la manera en que se ha montado el improvisado hospital de campaña. "Esto nos lo han vendido como una panacea y lo único que hay es una cama. No hay mesitas, ni sillas, ni nada. Tenemos nuestras cosas tiradas en el suelo. No hay palos para la medicación y la están enganchando donde buenamente pueden. Ayer no había termómetros... Es una guerra. Yo no quería salir del hospital de Fuenlabrada, pero la doctora me dijo que aquí iba a estar en seguimiento. Sin embargo, no hay personal, a las personas diabéticas han tardado horas en darles la medicación. No podemos ni ducharnos porque no tenemos agua ni jabón. Hay gente con diarrea que se lo hace en el suelo y en la taza del servicio he visto restos de sangre, porque no viene nadie a limpiar. Estamos abandonados a nuestra suerte", afirma sin poder reprimir las lágrimas.

Como María José, son unas cinco mil personas las que se encuentran en ese pabellón: "Aquí nos han traído a las personas que se supone que clínicamente vamos evolucionando bien para que nos hagan un seguimiento. Pero ¿quién me controla a mí la neumonía?, ¿quién me hace una analítica? Nadie". 

"Personas que ingresaron leves empeoran por falta de medios"

 Desde su casa en Vigo, Miriam, trabajadora de Povisa e hija de María José, recibe constantes y preocupantes noticias de su madre por las redes sociales sin poder hacer nada al respecto. "Pacientes que han ingresado allí leves, a pesar de la neumonía, están empeorando por la falta de medios, por la desatención o porque no hay personal. Y al final va a ser peor", afirma la empleada del centro médico vigués, que el pasado día 15 perdió a su abuelo por el coronavirus y tiene también a su padre ingresado por esta enfermedad en otra clínica madrileña. "Mi madre ingresó con neumonía. No tenía fiebre, salvo algún pico que otro, pero ayer ya empezó a hacer fiebre. No la atendían y tuvo que ir a reclamar un termómetro tres veces hasta que le hicieron caso. Tenía fiebre alta, le pusieron el paracetamol y le bajó, pero lo que cuenta es que las condiciones que tienen allí son terribles. Cosas tan básicas como una silla para apoyar la bandeja de la comida no la tienen. Tienen que poner la comida en el suelo, no hay jabón para lavarse las manos ni toallas, no hay termómetros y no podían tomarles la temperatura", sentencia, desesperada. 

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