Opinión

No se habla de Latinoamérica

A pesar de la supuesta proximidad cultural e histórica, América Latina está tan lejos que las cosas que allí pasan nos llegan en clave de anécdota aunque de anécdota tengan en realidad muy poco. Muchas de las más grandes atrocidades cometidas en el mundo del siglo XXI se producen en Sudamérica, y pocos han parpadeado tras conocer parte de esos hechos tan oscuros y dramáticos que deberían poner los pelos de punta pero que ni siquiera conmueven a los más susceptibles de ser conmovidos. Como entre ellos y nosotros hay nada menos que un océano de por medio, los ecos de estas situaciones aterradoras llegan con sordina o no llegan sin más. Las cosas se atemperan concediendo a sus hombres y mujeres más valiosos los premios Cervantes o Princesa de Asturias para equilibrar la balanza, mientras las ferocidades se difuminan para no enturbiar una supuesta relación de cordialidad eterna que tiene tanto de frágil como de utópica. No hace falta recitar algunos de estos sucedidos siniestros pero conviene tenerlos en el pensamiento y otorgarles la gravedad que en verdad tienen.
Hace unos días, y en una cadena de televisión, el viejo infame Daniel Ortega, reconoció que la crisis que azota su país ha producido 145 muertos y que quienes han contribuido con mayor rigor a esta matanza han sido las brigadas progubernamentales constituidas por voluntarios, brigadas que siembran el terror en la calle y asesinan sin piedad a los opositores. Ortega lleva en el poder desde que a finales de los años setenta, la Revolución Sandinista acabó con la dictadura de la familia Somoza e instauró otra dictadura similar pero revolucionaria en la que Ortega era presidente y su mujer era vicepresidenta –ambos siguen siéndolo en la actualidad- situación que se prolonga por cuarenta años y lo que queda. Los muertos en realidad son más de 400 y los paramilitares son en su mayor parte militares y policías. El país es un cementerio.
Más al sur está Maduro que ha acabado consiguiendo en su mano el poder omnímodo. También tiene la mochila llena de muerte, hambre y miseria. Apenas se habla de Latinoamérica, de sus cárceles, de sus presos políticos, de su represión asesina, del exilio, de la libertad mancillada, de sus muertos… Muchos muertos, muchos muertos.

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