Opinión

La necesaria abstención de Rivera

Entre el centenar de frases célebres sobre las cesiones que a veces exige la política, atribuidas o pronunciadas por Winston Churchill, hay algunas que vienen como un guante a la situación actual de España y especialmente a Ciudadanos y a Rivera. Dice Churchill que en ocasiones hay que saber perder o ceder para ganar. Y que se espera de un político que, en determinadas situaciones, asuma con todos los riegos de la doctrina del mal menor del que se va a derivar un bien mayor. En ese sentido, más de una vez expresaba (antes de decir aquello del “Telón de acero”) la repugnancia que sentía por Stalin, forzoso aliado de interés para acabar con Hitler y asegurar el interés de Inglaterra.
En su día, Ciudadanos pactó un Gobierno de coalición con el PSOE para desplazar al PP del Gobierno, si bien en las últimas secuencias de la política española estigmatizó cualquier entente con Sánchez con Podemos como estrambote, no sin antes demonizar todos los acuerdos, entendimiento y/o cesiones del PSOE al independentismo catalán.
Rivera tiene en estos momentos la ocasión de ser consecuente y evitar que Pedro Sánchez caiga en los brazos del populismo de Podemos o haya de realizar cesiones que pueden ser irreversibles al independentismo catalán. Y eso tiene costo, pero es asumible para Ciudadanos, si quiere alejarse del espacio de las dos derechas y volver a centrarse. Y eso se arregla si se abstiene y facilita que Sánchez asuma la presidencia del Gobierno.
Hay que hacer posible lo posible. En su día, Ciudadanos rechazó de plano entenderse con Sánchez, al que consideraba hipotecado por sus cesiones al nacionalismo catalán y vasco y ni siquiera consideró como hipótesis de trabajo enrolarse en un gran pacto de Estado de los partidos constitucionalistas para enfrentarse con éxito al desafío del separatismo. Pero Rivera nunca perdonó a Sánchez sus compañeros de viaje a la Moncloa ni mucho menos, el equívoco comportamiento del presidente en funciones en torno a Cataluña.
Pero la política es un sinuoso camino que, en ocasiones, como la presente, exige pasar por el aro de lo que en otras circunstancias no se hubieran imaginado. Es grande la distancia que hoy separa a Ciudadanos y el PSOE; pero mucho mayor es la barrera erizada que separa al partido de Rivera del conglomerado del nacionalismo catalán que, pese a sus diferencias comparte el mismo objetivo final.
Rivera debe meditar con calma sus decisiones. Tiene en su mano evitar que Sánchez haya de echar mano de quienes son sus principales adversarios en el terreno de las ideas que lo llevaron a la política.
Yo creo que hay muchos en Ciudadanos que, si no que Rivera pacte con Sánchez, estarían de acuerdo que, visto el panorama, se abstenga y evite que su mandato quede hipotecado por socios no deseables para lo que consideran las prioridades del interés nacional. 

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