Opinión

En un momento crucial

Hace un tiempo comentábamos aquí la intervención de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en la Universidad de Comillas en Madrid y prometíamos que volveríamos sobre el tema porque fue muy interesante su discurso. Reconoció que los tiempos que corren son únicos: “Estamos en un momento histórico muy particular, apasionante, con convulsiones e incluso sufrimientos, en el que por una parte el único continente que parecía entre sombras (África) se ha levantado y ha empezado a tomar un protagonismo que va a emerger sobre el mundo en general. Un mundo que está despertando, y que genera una serie de convulsiones”. La globalización actual que, según ella, “ha traído, de un lado, el auge de las colectividades, y del otro, el empoderamiento de los individuos, rompiendo los moldes de las estructuras que hasta ahora conocemos”
Carmena dio una serie de ideas para el buen gobierno que, de cumplirlas, el mundo sería una delicia. Muy buenas palabras que es necesario cumplirlas ya sea en Madrid o en el fin del mundo. Lanzó frases lapidarias aunque, claro está, una cosa es plantar y otra bien distinta dar trigo. Afirmó que la clave es contar con los ciudadanos, con gobiernos transparentes, participativos, sin corrupción ni caciquismo que imposibilitan el éxito de cualquier propuesta porque se trata más que de gestionar los asuntos de todos es cuidar de los ciudadanos, quererles y que sean felices. 
Lanzó una idea al final muy interesante: “Las revoluciones fracasan porque se olvidan de la fraternidad, hablan mucho de libertad, de igualdad, pero hoy no es posible hacer una labor de progreso si no recuperamos un humanismo y la fraternidad porque no se puede pensar en abstracto”. Manuela Carmena, además, defendió que los políticos "sean buena gente, y quieran a los suyos la bondad es un elemento absolutamente imprescindible para lo público". Y matizando: “A algunos les va a gustar llevar pañuelo, a otros hacer fiestas, a otros les gustará los toros y a otros no. Somos diversos, y tenemos que ser absolutamente tolerantes y darles el espacio a cada uno", reclamó. "Ser ciudades del “sí”, y del “¿por qué no?”. “Que la gente se insulte en el Parlamento, en el diálogo político... son elementos del virus que genera esa violencia”. Abogó por construir la sociedad de la inclusión, en la que también tengan cabida inmigrantes y refugiados con otra palabra clave: "sensibilidad". 
Finalmente, y sobre la presencia de lo religioso en el ámbito público, la alcaldesa de Madrid dijo que "será lo que quieran los ciudadanos". "Nuestro modelo es que no debe haber ninguna vinculación entre lo religioso y lo público, para evitar una religión dominante. Ese modelo puede completarse con un respeto al hecho religioso completo, que permita alternativas de vinculación entre lo público y lo religioso. Vale más apostar por la integración".
"Yo no soy creyente, y sin embargo he aceptado participar en actos religiosos, porque creo que hay muchos ciudadanos de Madrid que querían que su alcaldesa estuviera en un acto religioso. Si con mi actitud no falto al respeto, lo hago con gusto, pero siempre sin hipocresía", culminó. Similar afirmación hizo Julio Anguita siendo alcalde de Córdoba. Una postura que es muy realista y que responde a una sana laicidad que acaso algunos desconocen. Ir en contra de lo que sea nunca es positivo. El mismo papa lo ha recordado recientemente cuando afirmó que había que ser receptivos con todos sean del credo que fueren. Y mientras en este mundo nos empeñemos en postergar, destruir o atacar a los que piensan distinto la cosa irá muy mal.

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