Opinión

Modelo portugués

Las razones por las que los ochenteros “Siniestro Total” titularon su canción “Menos mal que nos queda Portugal”, son más bien difusas. Nada en su anodina letra nos induce a contemplar al país vecino como lo que es: maravilloso. Lo es, y me ratifico cada vez que lo visito. Aunque sea un loco sueño, no puedo más que imaginar la vida de jubilado que nos plantea un buen amigo: “Es ahora, vendamos todo y compremos algo en Palmela. Para vivir todos juntos un retiro de ensueño”. Y es que, realmente, Portugal ofrece un programa de condiciones extraordinarias para aquellos jubilados extranjeros a quienes se les otorgue la condición de residentes no habituales (RNH). Podrán eximirse de pagar el impuesto de la renta en Portugal por un período de diez años y, durante ese mismo periodo, tampoco tendrán que pagar impuestos sobre la riqueza. El resultado es que miles de retirados con rentas elevadas se marchan a Portugal a vivir una jubilación de oro, para disfrutar de un país seguro, con una sanidad de calidad, precios bajos, gente amable, cordial y un clima y naturaleza de ensueño.
El programa RNH, en vigor desde 2012, y que ha sido ratificado tanto por los progresistas de José Sócrates como por los conservadores de Passos Coelho, es un imán que atrae masivamente el consumo exterior, a cambio de que sus nuevos residentes ahorren impuestos. Hasta tal punto, que ha producido una gran polémica en los países nórdicos, que han elevado una protesta formal ante la Comisión Europea contra el país luso por “competencia desleal”.  
Todo parece indicar que el actual primer ministro portugués Antonio Costa, que lidera un gobierno al que los medios de comunicación se refieren como  el "Gobierno de las Izquierdas" o "Frente de Izquierda", debido al apoyo parlamentario de los partidos Bloque de Izquierda, Partido Comunista Portugués, Partido Ecologista «Los Verdes» , y Personas–Animales–Naturaleza, dará continuismo a la iniciativa que tanto ha contribuido a que Portugal haya dado la vuelta a su situación de recesión y presente hoy su mayor crecimiento económico en lo que va de siglo, un 2,7%, una reducción del paro del 16% de 2013 al actual 6,4% o una reducción del déficit fiscal del 11% en 2010 al 0,5% actual. Todo este “milagro económico” está basado en medidas que han combinado políticas progresistas con medidas liberales. Ha cumplido con la izquierda reponiendo los salarios de los funcionarios públicos, rebajando la jornada laboral a treinta y cinco horas semanales, eliminando los recortes de las pensiones y paralizando la privatización de los transportes de las grandes ciudades. Pero además cumplir con estos pactos no le ha temblado la mano para cumplir estrictamente con los compromisos de reducción del déficit adquiridos con la unión europea a base de una drástica reducción del gasto público y fuerte austeridad presupuestaria. Al contrario de lo que se avecina en España, no solo no anuló las reformas aprobadas con anterioridad, sino que profundizó en ellas, favoreciendo así la competitividad, el emprendimiento y la inversión extranjera.

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