Opinión

Los más desventurados

Uno de los tipos con peor suerte del mundo fue Vincent Van Gogh, al que le duró la desventura hasta incluso el instante supremo de despedirse de este mundo. Todo el mundo sabe que jamás fue capaz de vender un cuadro a lo largo de su corta y lamentable vida, que hubo de convivir con el desprecio, la incomprensión, la depresión, y la más negra miseria, que perdía el juicio con facilidad, y que se rebanó una oreja en uno de sus frecuentes arrebatos de locura. Van Gogh es uno de los seres humanos más desgraciados y tristes que se conocen, y falleció como había vivido. Los historiadores suponen que, harto de sufrir, se quitó la vida disparándose en el pecho con una pistola herrumbrosa sin haber cumplido los 38 años. Hay sin embargo recientes teorías que sostienen la hipótesis de que el pintor falleció  fiel a su mala suerte, cuando unos niños encontraron un revólver del calibre 38 en un campo, se pusieron a jugar con él, el revólver estaba cargado, se escapó un tiro, y el tiro le dio de lleno a un paseante solitario que caminaba por el lugar buscando un claro para instalar su caballete. El caminante era, naturalmente, el pobre Van Gogh que falleció tras una triste y dolorosa agonía, dos días después, en una oscura y miserable pensión en brazos de su hermano Theo.

Pintó muchísimo y no fue capaz de vender nada en vida. Unos años después de su muerte, los críticos se encontraron con parte de su obra y la incluyeron en una exposición que asombró a sus visitantes. Van Gogh se convirtió en uno de los pintores más celebrados de la plástica universal y los que despreciaron todo lo que hizo concluyeron, de la noche a la mañana, que aquel loco de atar era sin embargo un genio.

Esta historia desdichada es paradigma  en la imaginería de la injusticia natural con la que tiende a comportarse el ser humano con sus semejantes más sobresalientes y todas las épocas están llenas de genios infelices que se mueren de asco sin que se les reconozca su incomparable naturaleza.

A lo mejor, al que le toca ahora es a Benzema, el genio de la lámpara de Aladino que va a lo suyo y es un verso suelto, inigualable, extraordinario, que no da cuentas a nadie y va por libre. Tengo un entrañable amigo que, al menos hasta ayer, decía que Benzema era el cáncer del Real Madrid. Menos mal que en esos no nos ponemos de acuerdo, aunque supongo que habrá recapacitado profundamente.

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