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La maldición de la Reconquista

Cachamuíña y Pablo Morillo
photo_camera Cachamuíña y Pablo Morillo
Los protagonistas de la expulsión de los franceses de Vigo en 1809 se enfrentaron a destinos diferentes, mientras algunos recibieron reconocimientos públicos, otros fueron juzgados y perseguidos

 El valor de los héroes de la Reconquista de 1809 en Vigo es reconocido cada año con la recreación popular de la que se considera la fiesta más representativa de la ciudad. Sin embargo son muchos los que reclaman justicia para el gobernador militar de entonces, Juan de Villavicencio, al que le retiraron la placa, situada en el Casco vello, en la renombrada Praza da Pedra. En google aún aparecen direcciones del restaurante El Mosquito con su nombre.

El escritor Xosé Lois Ripalda presentó esta semana su último libro, “Historias do meu arrabalde”, donde le dedica un relato a Villavicencio y reivindica su memoria.

Consultado por este medio, el historiador Antonio Giráldez, con varias publicaciones sobre este período, coincide con Ripalda. “Fue injustamente tratado como un cobarde y un traidor, cuando llegaron los franceses fue prudente y se limitó a negociar al rendición y esperar un momento más propicio que llegaría en poco más de 50 días”. Así, Giráldez señala que solo contaba con 250 voluntarios y tres cañones para hacer frente al ejército francés con más de mil soldados preparados.

Al finalizar la Reconquista fue juzgado y condenado por traición. Pasó tres años en la cárcel. Al ser liberado se retiró a una casa familiar en Coruxo, donde murió olvidado por los vigueses.

Distinta suerte corrió otro de los mandos durante la ocupación, el regidor Francisco Javier Vázquez Varela. Tal y como explica Giráldez, “fue un alcalde rehén que tenía pocas capacidad de decisión, intentó calmar los ánimos cuando entraron los franceses, siguiendo los consejos de su gobernador, colaboraba discretamente contra ellos como cegando las fuentes públicas para obligarles a salir de las murallas donde eran atacados; no fue sometido a un proceso judicial tan humillante, aunque una vez acabada la contienda intentaron separarlo de cualquier puesto de responsabilidad, lo juzgaron por delito de cobardía, pero tuvo una buena defensa que no dejó que se ensuciase su imagen”.
Cachamuíña (Bernardo González del Valle), el héroe por excelencia, no corrió mejor suerte. Tuvo que retirarse por una herida recibida en la contienda. Le asignan una pensión por militar retirado que solo consigue cobrar poco antes de su muerte después de mucho pleitear. Enterrado en su aldea de Ourense, lo reivindicaron desde el Centro Hijos de Vigo y en 1932 trasladaron sus cenizas a un mausoleo conmemorativo en Pereiró.
Para Giráldez, otro de los grandes olvidados de la Reconquista es el capitán João de Almeida, quien reunió un ejército de 2.000 voluntarios por el Baixo Miño. “Con su ilusión contagiosa contribuyó a la recuperar Vigo, la colaboración con Portugal contra un enemigo común fue muy destacada, a ellos les interesaba para frenar el avance francés”. Aunque Almeida recibió el reconocimiento de las cortes españolas, no pasó igual con sus compatriotas. Fue juzgado por desobediencia e insubordinación, tuvo que esmerarse para demostrar sus méritos en la batalla. “Se olvida muy pronto y al capitán solo le rindieron homenaje en Vigo pasados más de setenta años, en que le pusieron nombre a su actual plaza”. 
Con Almeida luchó el noble compostelano Joaquín Tenreiro Montenegro, que tras ser reclamado por José Bonaparte para legitimar su coronación, rompe de declaración y se une a la resistencia. “Al hablar francés ejerce como interlocutor, pero no son muy requeridos sus servicios y cuando llega Pablo Morillo como representante del Consejo del Reino pierde toda importancia”, indica Giráldez.
Precisamente, Pablo Morillo es una de las figuras más controvertidas de la Reconquista. Oficialmente, en un principio, se le atribuyó la responsabilidad de la victoria. Así, en el monumento , realizado por Julio González Pola en 1947 (actualmente en la Praza da Independencia) lo sitúa en lo alto del conjunto. Contribuyó a liberar Vigo en 1809 pero tras el retorno de Fernando VII y volvió a Vigo para colaborar con el rey absolutista persiguiendo liberales.

la otra cara de la moneda
En la contienda también participaron destacados religiosos como el abad de Valadares, Juan Rosendo Arias. Su actuación fue premiada con l Abad de Valladares agraciado con el Escudo de Honor de Vigo y con una canongía en la Catedral de Santiago.
Los franciscanos Villageliú y Giráldez, del convento de Santa Marta, sí recibieron reconocimientos por su implicación en la defensa de la villa.n

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