Opinión

Ma(nada)tteo Salvajini

Visto de frente y de perfil policial, este tipo -perdón por tratarlo así: es lo que merece- parece uno más de los de la Manada. Pero no. Es el vicepresidente del Consejo de Ministros de la República Italiana, ministro del Interior, secretario federal de la ultraderechista Liga Norte, senador de la República Italiana y ex diputado del Parlamento Europeo. Y un malnacido, además, indigno de todos los títulos que acumula. Es el que llama "carne humana" a los inmigrantes a los que contempla ahogarse, impávido. Y es uno de los que lastran el entendimiento en Europa y en el mundo, porque los seres civilizados nada pueden tener que ver con gente así.
Lo digo para que nos acostumbremos, usted y yo al menos no, a que los representantes de la ciudadanía, que encima, es la verdad, les han votado, puedan expresarse como este Matteo Salvini. O como Trump, o como algunos mandatarios austríacos, húngaros o polacos. Confío en que la reunión informal de la UE, que Juncker ha convocado para este domingo, y a la que asiste el teórico jefe de Salvajini, el tampoco demasiado tranquilizador Giuseppe Conte, sea capaz de atajar estos excesos racistas, xenófobos y para nada civilizados. Son actitudes como la de los citados las que nos llevarán de nuevo al fin del Imperio Romano, que cayó porque no supo entender que la historia de las migraciones, inevitables, es la historia del mundo.
Esperemos que los líderes de Europa, que se van a encontrar un par de veces a lo largo de la semana próxima, y que van a acoger por primera vez al novísimo primer ministro español, Pedro Sánchez, tengan las ideas un poco más claras que el procaz Salvajini. Y que el ejemplo dado por el presidente español acogiendo a más de seiscientos inmigrantes rechazados por Italia, pase a ser un ejemplo y no meramente una estrategia de imagen.
Confiemos en que esta irrupción de Sánchez en los más altos foros europeos sirva, al menos, para que se aproxime -Rajoy lo hizo, y esto lo hizo bien- a quien más manda, y más aún que debería mandar, en Europa, es decir, Angela Merkel, y que fortalezca el nexo entre esta y el presidente francés, Macron, con quien Sánchez se encontrará previamente. Ahí, y en el reforzamiento de los lazos con otro Gobierno europeo 'presentable', como el de Portugal (también va ahora Sánchez a Lisboa), está, sin duda, el futuro del Ejecutivo español y quizá el de todos los ciudadanos españoles. Porque hay que confiar en que Sánchez, que quizá haya dado un giro de ciento ochenta grados a sus muy erradas políticas anteriores, se convierta en uno de los líderes de la euro-sensatez, que es valor que no está muy en alza precisamente.
Los próximos días, en todo caso, serán importantes para el inquilino de La Moncloa, una especie de bautismo de fuego que mostrará hasta qué punto Pedro Sánchez puede llegar a convertirse en un estadista o seguirá conservando el vuelo corto al que nos había tenido acostumbrados. Y a Salvajini y los de su calaña, que les den.

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