Opinión

Los ladrones más “jevis”

Dejando a un lado a los golpistas que nos quieren robar España y a la panda de “vendepatrias” que negocia la operación, permítame, dilecta leyente, que me centre en esos ladrones de medio pelo y sus peculiares formas de meter la gamba, como cualquier julay.
¿Quién ha dicho que los delincuentes nunca duermen?  Que se lo digan a esa pareja que tras cometer diversos robos, a lo Bonnie and Clyde, pero sin armas, se quedó dormida en el buga que habían afanado, seguramente tras haber “chingado” como bonobos hasta quedar extenuados, pasando de los brazos de Morfeo a los menos etéreos de la bofia.
También hay choros a quienes les priva la tele, y alguno, tras cometer el robo y a punto de “darse de najas” con el consumado, le llegó la hora de su serie favorita y no pudo sustraerse a quedarse en el salón a verla, hasta que llegaron las víctimas y con ellos los maderos, que le interrumpieron la sesión, para llevarlo a otra sala, donde visualizará su propia película grabada por las cámaras de vigilancia.
En otro orden de cosas, cada delincuente tiene un “modus operandi” que le caracteriza, y hay quien además quiere dejar su sello personal, por ejemplo, defecando en el lugar del robo, como rúbrica de su firma. Unos lo hacen por sufrir estrés o algún tipo de patología, pero otros lo hacen en el medio del salón o en el dormitorio. Estos últimos suelen hacerlo  por venganza contra el dueño de la casa, que seguramente conocen, o para añadir un daño moral al económico, o simplemente para intimidar, queriendo hacer ver que tienen el dominio  y pueden hacer lo que les venga en gana, ahora invadiendo el “castillo” y después sobre el propio dueño del castillo. Pero suelen caer por el ADN que se suele encontrar en las haces. Por fortuna en Vigo, hace tiempo que no se producen estos actos tan escatológicos.
Los hay tan descuidados que entran a robar en un establecimiento y tienen que volver a recoger a su bebé que se habían dejado olvidado dentro, y ya la policía los estaba esperando; o aquel atracador sordo que no se entera de la llegada de las sirenas de la Policía: El cajero se había percatado de su problema porque al preguntarle si quería una bolsa para llevar el dinero, le contestó que el arma era de verdad, y entonces accionó la alarma, mientras el delincuente permanecía impertérrito. Otros, que podíamos calificar de “Dos tontos muy tontos” entraron a robar en un establecimiento y para que no les reconocieran se pintaron la cara con una pintura indeleble y, claro, fueron fácilmente identificados por los testigos.
También hay aficionados a la falsificación de moneda que caen por no estar al loro de los “papiros” actualmente en circulación, intentando pasar billetes que no existen. Como aquél que intentó pagar con uno de 5.000 euros un pequeño electrodoméstico, esperando así que el cambio le blanqueara la procedencia ilícita.
Claro que también existe mucho “pringao”, como el que al arrancar el coche ve en el parabrisas un billete de 50 euros (falso), sale, dejando el motor en marcha, y se lo pispan, Y, esta modalidad de birlar rodantes, está funcionando en la actualidad.

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