Opinión

Los extremos no se tocan, pero ganan

Creo que, en el caso de la política española, los extremos no se tocan, pero han ganado no poco tras los sucesos de esta última semana, pórtico de quién sabe qué nuevos acontecimientos. La derecha depende de Vox para alcanzar sensibles parcelas de poder, y la izquierda en el Reino de España depende de los republicanos independentistas catalanes y de los republicanos de Podemos para mantenerse en el poder monclovita. Ha quedado claro en la constitución de los ayuntamientos, quedará aún más claro a la hora de configurar bastantes gobiernos autonómicos y resultará nítido, si alguien no lo impide, entre ellos el propio Sánchez, cuando haya que investirle como nuevo/antiguo presidente del Gobierno.
Nunca los extremos fueron buenos. Y no digo yo que estemos gobernados desde los extremos. Digo, simplemente, que formaciones que antes estaban como arrinconadas, como marginadas, adquieren nuevo poder y homologación. Los errores de PP y, sobre todo, Ciudadanos han aumentado la estatura de Vox, que hay que reconocer que está cometiendo pocos deslices en esta última deriva. Y la falta de generosidad de Sánchez para con 'la derecha', unida a la miopía de esta, hace que casi inevitablemente vaya a necesitar a las huestes de Oriol Junqueras, y acaso a las de Puigdemont, para la investidura. Además de a Podemos, claro.
Junqueras aparece, internacionalmente, como una víctima, a la que la Fiscalía, en contra de la opinión de la Abogacía del Estado, ha logrado impedir que recoja su acta de eurodiputado, tras no haber podido ejercer como diputado. De acuerdo: el golpismo tiene que recibir una sanción penal, pero muchos dicen no entender ya a qué viene la actual prisión preventiva, basada apenas en la sospecha, no sé si del todo razonable, de que los actualmente presos políticos secesionistas se fugarían.
No me parece el estilo de Junqueras, por quien, advierto, no siento la menor simpatía; pero la figura del líder de Esquerra Republicana de Catalunya se está convirtiendo en un mito en su tierra. Y me parece, y eso creo que Pedro Sánchez lo sabe, que algún día habrá que negociar con él una 'conllevaza' semejante a la que Adolfo Suárez negoció, hace cuarenta y un años, con Tarradellas, si no queremos que Cataluña se vaya alejando progresivamente del resto de España.
Esa negociación hubiese sido mucho más afectiva desde un pacto de la izquierda socialdemócrata con la derecha templada. Casi veinte millones de votos tras un bloque 'constitucionalista'. El país lo va pidiendo a gritos, pero, a este paso, el próximo Gobierno estará conformado por el PSOE con ministros afectos a Pablo Iglesias, que lo único que quiere, y ya nos lo ha dicho, es pisar moqueta, cuanto más mullida, mejor. Desde luego, no le responsabilizo a él, que siempre anda en su juego de tronos, de lo que pueda ocurrir en este país nuestro; los verdaderos responsables son todos los demás, que andan en sus luchas de poder partidista. El río baja muy revuelto y ganarán los pescadores a los que menos les importan los métodos para hacerse con los peces... o que observan, tranquilos desde la orilla, cómo los otros batallan con el torrente sin haber aprendido aún a nadar.

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