Opinión

Las heterodoxias

A pesar de lo mucho que ha evolucionado el hecho social, el verano sigue siendo una etapa perfecta para romper por la mitad aquellas reglas de reciente formación que han ordenado este nuevo ámbito. En el verano casi todo está permitido incluso el ser radicalmente vulgar y, desde luego, es el momento más propicio para saltarse los compromisos adquiridos y desmarcarse de lo políticamente correcto sin que te linchen en las redes sociales. Desde que arrecia el calor, he sido testigo de comportamientos y declaraciones que en invierno hubieran significado irremediablemente la horca y que en esta hora, con el sol apretando de firme, el ambiente teñido de aromas a cremas bronceadoras y el gazpacho en la nevera, no ya es que se acepten sino que además incluso se perdonan.
Por fortuna, siempre existirán los heterodoxos, sujetos que para bien o para mal nunca se pliegan a lo que dictan las mayorías y se empeñan en ir a contracorriente y sacar a botepronto. Cuando le clima se aprieta y todo el mundo está en activo, ser heterodoxo entraña más riesgos y porque los guardianes de las esencias están ojo avizor y cualquier derivación la arma. Pero el verano  desaprieta los nudos y la gente está más a la piscina y la playa que a vigilar lo que dicen los demás. En bikini todos los gatos son pardos y los periódicos comienzan a publicar esas páginas que son un culo de saco en las que vale todo y se asoman incluso los que la arman. Hace unas horas, acabo de leer unas declaraciones de Joaquín Leguina en su papel estelar de verso suelto, al que se la sudan los convencionalismos y no solo le he contemplado con el cariño de un hermano sino que me he divertido una barbaridad con él y lo que le va llegando a la boca en cada momento. Por ejemplo, dice Laguina que Sánchez es más listo que Zapatero porque  Sánchez no ha dejado ni uno. “eso sí que es sectarismo del duro –dice el único presidente socialista que ha tenido hasta el momento la comunidad de Madrid- pero ni la prensa ni la militancia le dan a este hecho importancia”.
Leguina representa en mi opinión, la chispa que nos falta. Que teníamos y que hemos perdido en aras de la homogeneidad de palabra y obra. Somos una sociedad quizá mejor. Pero sin duda, mucho menos brillante.

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