Opinión

Las facetas del poliedro

Contemplando las actitudes que se empeña en mostrar el primer ministro de la Gran Bretaña tras su encuentro con el presidente de Francia, uno se siente –en su respetable condición de ciudadano del mundo-francamente agraviado. Boris Johnson es un sujeto burdo y maleducado al que ni siquiera su condición de antiguo colegial de Eton -o quizás por eso- le condona de practicar las reglas de la finura, la elegancia y la diplomacia. Pero además, su posición política es igualmente despreciable y, para desventura del país al que gobierna y representa, ha conseguido instalar el Reino Unido en el grupo de países regidos por una auténtica banda de individuos caricaturescos sin duda, pero también y sobre todo, peligrosos. Son los gobernantes entregados  a la egolatría,  la vanidad, el sinsentido, la petulancia, el desprecio a los demás, la zafiedad, la irresponsabilidad, el desdén, la falta de respeto, la vulgaridad y el ignominioso dominio de un ego desquiciado que podría ser –y estoy seguro que lo es- muy incómodo en su propia casa, el ámbito que estos personajes comparten con sus familiares más próximos, pero cuyas características se vuelven letales si están al frente de un órgano de Gobierno da igual que sea el despacho de una alcaldía o el gabinete de un jefe de Estado.
Boris Johnson, Mateo Salvini, Donald Trump, Nicolás Maduro, Vladimir Putin, Daniel Ortega, Jair Bolsonaro, Joaquim Torra… son facetas de un poliedro con notables rastros de desequilibrio siquiátrico que modelan una personalidad global excesiva y compartida cuyo principal prevención estriba precisamente en el hecho dramático de que todos estos miembros que conforman una galería de criaturas de perfil amenazador están ostentando parcelas muy amplias de poder. Y los que sufren las consecuencias de estos caracteres egocéntricos e intolerantes son precisamente los habitantes de sus respectivas áreas de responsabilidad. Personalmente, y ante la realidad de que esta panda y otras muchas estrellas similares nos gobiernan, me encuentro abrumado. Toman decisiones, administran nuestros dineros, legislan y elijen por nosotros. Cuesta aceptar esta triste verdad, pero es cierto que todos ellos están ahí por los votos de sus compatriotas, de donde se infiere que la democracia también puede equivocarse. Lo bueno de esa democracia es que cuenta con los mecanismos suficientes para subsanarlo.

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