Opinión

La vida que ha cambiado

Amaia Romero, la cantante y virtuosa del piano que ganó la penúltima edición de “Operación Triunfo” y nos representó en el Festival de Eurovisión de la mano de su novio de entonces –un sujeto de sonrisa forzada llamado Alfred con el que se peleó nada más acabar el certamen-  ha helado la sangre en la venas de muchos de sus fans por dos acciones francamente inesperadas. La primera de ellas ha sido renegar de Eurovisión, y la segunda colgar una foto propia en Istagram en la que comparece desnuda, si bien su cuerpo a pelo se difumina parcialmente con unos brochazos de pintura de color azul oscuro que otorgan cierto halo de misterio al retrato. Amaia es uno de estos productos de rendimiento instantáneo que se asocian indefectiblemente con los concursos televisivos buscadores de talentos, y fue elegida por un público entusiasta para defender en Eurovisión un bodrio insufrible escrito por los compositores de la casa. Lo hizo en compañía del amor que había encontrado en la academia, que era catalán, tenía sonrisa de ninot fallero, y tocaba el trombón de varas. Quedaron muy mal como siempre, y nada más regresar protagonizaron una bronca semipública y se dejaron. Ambos han seguido sus correspondientes carreras en solitario tras auténticos baños de multitudes en conciertos compartidos cuya persistencia parece por fortuna que amaina. 
Amaia no es una excepción en el desempeño de los hechos que suelen caracterizar estas carreras meteóricas al amparo de una promoción bien articulada y el soporte televisivo como principal herramienta. Tampoco lo es cuando toca rechazar dignamente el suceso que los llevó a la fama. Ahora sabemos que la intérprete y su pareja pasaron ratos amargos, tuvieron que dedicarse en cuerpo y alma a las ruedas de prensa y las comparecencias publicitarias, y lo pasaron fatal. Menos mal que iban a todos lados cogidos de la mano, se comían a besos y se apoyaban el uno en el otro. Y en esa tesitura saltaron al escenario para contar su historia de amor continua, adorarse en público y quedar merecidamente penúltimos con una canción que era a todos los efectos una verdadera plasta. Por tanto, todo ha cambiado. Amaia reniega del festival, ha cambiado de pareja dejando a Alfred hecho polvo, y se ha fotografiado en pelota. No tiene techo esta chica.

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